marzo 27, 2013

Estados Unidos, una visión a compartir

 El Capitolio de Washington
                         Pedro Corzo
Muchos tienden a identificar a Estados Unidos con tres fundamentos de la civilización occidental: la democracia, la economía de mercado y el desarrollo tecnológico, pero  hay otros factores  de primordial importancia que  distinguen favorablemente al pueblo estadounidense, y uno de ellos es su sentido de la solidaridad y la voluntad de ayudar a las naciones en problemas, sin que cuente el tipo de relación que en ese momento sostengan con el país en cuestión.
Otro elemento de suma importancia, y este se aprecia con particularidad en los círculos intelectuales e informativos de este país,  es no ocultar los problemas que enfrentan la nación y menos callar ante los excesos y abusos de las autoridades y las agencias gubernamentales. Hay una clara conciencia de que el gobierno hay que tenerlo a raya porque la soberanía de la nación radica en el ciudadano.
La prensa en particular y el cine en especial, no reparan en abordar asuntos que en cualquier otro país se podrían considerar contrarios a la dignidad nacional o a la seguridad del estado; al extremo de que en muchas ocasiones exageran sobre los acontecimientos que informan,  y obvian la objetividad y el balance que exigen  cuando los asuntos tratados no son políticamente correcto.
El estadounidense promedio no tiene que buscar en la cinematografía o la prensa extranjera información sobre los males y defectos de su país.
Una de las ventajas más importantes de la democracia estadounidense es que  se puede informar sobre los acontecimientos y el que guste, por oficio o simple interés, puede modificarlos  en base a lo fecunda de su imaginación y llevarlo al cine o publicar un libro que mientras más impugne el “establecimiento” más posibilidades tiene de convertirse en un éxito literario o cinematográfico. 
Es improbable encontrar  un país que haya hecho más películas autocríticas sobre sus servicios de inteligencia como Estados Unidos, o profesionales que hayan filmado más pietaje sobre conspiraciones de un gobierno central contra los derechos ciudadanos, que los realizadores de Hollywood.
Sin remitirnos a un pasado muy remoto tenemos aquellas películas y otras publicaciones sobre Viet Nam en la que solo se reflejaban los crímenes, reales o ficticios, en que incurrían las tropas estadounidenses o las contemporáneas que muestran la actuación, por lo regular desde una óptica negativa, de las unidades militares de Estados Unidos en Irak o Afganistán.
Es un privilegio vivir en una sociedad que es capaz de mostrar abiertamente, sin tener que hacerlo a escondidas, crímenes como los que tuvieron lugar en Abu Ghraib, denunciar el traslado ilegal de prisioneros a terceros países o la ilegalidad de que un individuo en base a la voluntad de un funcionario no de un tribunal, sea calificado como combatiente enemigo, pierda sus derechos ante la justicia y pueda padecer el flagelo de la tortura.
No obstante el derecho de acceder a una información que puede contrariar los valores de o los individuos, no deben tornar al ciudadano en un Devorador de Pecados como refería aquella película de Brian Helgeland, en la que un sacerdote ingería los yerros del cuerpo del difunto para que este pudiera entrar al paraíso.
A veces y esto tiene visos de morbosidad, se aprecia una clara deriva a la culpa ajena en algunos estadounidenses cuando llegan a la conclusión de que su gobierno, cualquiera que este sea, es el responsable de todos los males del planeta.
Por otra parte no se puede obviar que en ocasiones la conducta de algunos funcionarios afecta el prestigio de este país, como lo expone la novela el “Americano Feo” de William  Lederer y Eugene Burdic, en la que se describe a dos diplomáticos estadounidenses de una embajada en un país del sureste asiático, cuyo trabajo era apoyar generosamente a determinados sectores de la sociedad, pero lo hacían con tanta soberbia y arrogancia que el beneficiario se sentía humillado y en consecuencia odiaba a sus benefactores.
Sin dudas Estados Unidos tiene mucho en su haber aunque también ha cometido numerosos errores, pero más allá de la voluntad y acciones de los gobiernos que ha tenido a través de su historia, es la nación que más se ha aproximado a respetar la condición humana.  
Ojalá las naciones poderosas por venir, superen los compromisos humanitarios cumplidos por Estados Unidos, sin cometer sus errores.

marzo 23, 2013

Verdugos sin Castigo

Pedro Corzo
Las declaraciones de Alfredo Guevara a la Televisión Española obligan a reflexionar las causas que motivaron que un número importante de cubanos, casi todos con títulos universitarios y muchos procedentes de familias de clase media y alta, que eran los que más posibilidades tenían de disfrutar las libertades burguesas, así las denominaban, fueran los verdugos de los derechos de todos, y muy en particular los de las generaciones por venir. Lo que dijo Guevara muy probablemente sea la conclusión a la que han arribado muchos de los que construyeron a sangre y fuego, arropados en la mentira y la difamación, el totalitarismo cubano, pero el caso de Guevara es muy especial, porque aunque no haya estado en la línea del frente, dirigido un centro de represión o un pelotón de fusilamiento, integraba la más alta cúpula del poder y era amigo personal de Fidel Castro, por lo que aquí cabe lo que dice el novelista José Antonio Albertini, "con la tinta también se mata". Mientras Ernesto Guevara, Ramiro Valdés, José Abrahantes, Sergio del Valle y otros mas, dedicaron todo su esfuerzo y voluntad a destruir a la oposición conduciendo al paredón a miles de personas, a la cárcel a decenas de miles y a campo de concentración como los de la UMAP a miles de jóvenes; Manuel Piñeiro, Víctor Dreke y Ernesto Guevara entrenaban a miles de jóvenes del continente, inculcándoles la certeza de que la violencia era la única solución a los males de sus respectivos países, lo que llevó el luto y la pena a cientos de hogares de América Latina. Por su parte, Arnaldo Ochoa, Ulises Rosales del Toro, Raúl Menéndez Tomasevich, Leopoldo Cintas Frías y otros entorchados cubanos, cumplían los sueños imperiales de Fidel Castro en África y América Latina, en la isla Armando Hart Dávalos instrumentaba el control absoluto de la educación e intentaban crear y promover nuevos valores sobre los que se desarrollaría el nuevo orden, entre tanto, Luis Felipe Carneado organizaba la represión a las iglesias y sus fieles, instrumentaba la infiltración en las diferentes religiones y logias fraternales, para asumir en el momento preciso su control. Simultáneamente los medios de comunicación pasaron al control del estado. Se estableció un absoluto control en la información y el derecho de expresión, varios fueron los artífices de esta misión tan destructiva. Aceleradamente el estado cubano se enfiló a la quiebra económica. Las industrias y los comercios fueron confiscados. La construcción paso al control del estado. Los bienes de consumo empezaron a desaparecer. Raúl Roa García se prestó como instrumento principal para que Cuba se convirtiera en un país dependiente de la Unión Soviética. La política exterior cubana fue un reflejo de la soviética a excepción de aquellos puntos en los que el máximo líder tenía un interés especial. Por su parte Nicolás Guillen no fue menos, aceptó dirigir la UNEAC un engendro castrista para controlar a los escritores y artistas, mientras Alfredo Guevara, uno de los más influyente colaboradores de Fidel Castro, cumplía los suyos, fundando el Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográfica. Se instauraron otros engendros culturales para atar a los intelectuales, uno de ellos fue el Consejo Nacional de Cultura y la Casa de las Américas, dos piezas claves para impedir una actividad intelectual independiente. De hecho y por encima de los demás cancerberos de la creación Guevara asumió el control del mundo intelectual cubano. Impidió que los creadores se expresaran con libertad imponiendo en todas las instancias la ortodoxia fidelocastrista de "con la revolución todo, contra la revolución nada". Se asalarió la creación intelectual y aquellos que fueron y son todavía hoy capaces de negarse, a pesar del mea culpa de Guevara, sufren, en el mejor de los casos el exilio interno o externo. Guevara dice asumir como propios los errores de la Revolución y que en su opinión lo que está sucediendo en Cuba, aludiendo a las supuestas reformas de Raúl Castro, es una apertura para que retorne la libertad, las libertades que nunca debieron ser mal vistas, frase con la que sigue escondiendo su complicidad con los dos grandes responsables de la destrucción moral y material del país, Fidel y Raúl Castro, porque en Cuba las libertades nunca fueron mal vistas, los que lucharon y siguen luchando por ella sufren persecución y acoso, se exilian, van a la cárcel o encuentran la muerte como Porfirio Ramírez, Laura Pollan, Orlando Zapata Tamayo, Osvaldo Paya Sardiñas y Harold Cepero.

Celac, un proyecto chavista

Pedro Corzo
La actitud del mandatario chileno, Sebastián Piñera, como la de otros jefes de Estado, es una vergonzosa falta de consecuencia en el respeto a los valores que dicen defender La mayoría de los dirigentes políticos del hemisferio demostraron en Caracas, Venezuela, que no se sienten comprometidos a construir un destino común en el que la libertad y la democracia sean un bien compartido por todos los ciudadanos del continente. Cierto que la primera obligación de un gobernante es defender los intereses del país que representa, pero a partir del momento en que un dirigente acepta compartir un foro con proyecciones integracionista, establece un compromiso, al menos moral, de trabajar y asistir a quienes no disfrutan plenamente de sus derechos. En Caracas, se reiteró la doble moral y el oportunismo mostrado por la generalidad de los mandatarios legítimamente electos del hemisferio. Aceptaron de anfitrión a un déspota que ha establecido en su país una dictadura institucional, y como co-anfitrión a un gobernante que desprecia a todos lo que no piensan como él. Hugo Chávez y Rafael Correa, presidentes de Venezuela y Ecuador respectivamente, fueron los principales gestores de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe, Celac, porque ambos están convencidos que la flamante organización les va a ser muy útil en sus proyectos hegemónicos. Los dos comparten la certeza que aunque la Organización de Estados Americanos (OEA) está en un franco proceso de deterioro, esa entidad no es útil a sus intereses, porque su estructura, y en particular el Comité Jurídico Interamericano y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, son intransigentes defensores de los derechos que ellos como gobernantes conculcan. A la Cumbre de Caracas asistieron 33 gobiernos de la región, un hecho importante si tenemos en cuenta que las reuniones de las Cumbres Iberoamericanas de Jefes de Estado y Gobierno son cada vez menos representativas, en lo que atañe a la presencia de jefes de Estado. El Celac, más allá de los resultados que logre en el futuro, fue un éxito, porque conectó políticamente a personas tan disímiles en ideología y proyectos como Raúl Castro y el mandatario chileno Sebastián Piñera, quien en un gesto de continuidad política y asociación, que va muchos más allá de lo políticamente correcto, entregará el próximo año la presidencia de la organización al dictador cubano. El mismo Piñera, que ha criticado la dictadura isleña en diversas ocasiones, aceptó a un dictador como relevo. La actitud del mandatario chileno, como la de otros jefes de Estado, es una vergonzosa falta de consecuencia en el respeto a los valores que dicen defender. Los gobernantes latinoamericanos siguen actuando en contra de sus propios intereses y de los países que representan. Convienen alianzas sin entrar a considerar que están negociando con individuos que odian el sistema que ellos encarnan, y que en consecuencia, en el momento que les sea oportuno, actuarán en contra de los que circunstancialmente fueron sus aliados. Un ejemplo de oportunismo y doble moral es el de José Miguel Insulza, secretario general de la OEA, que mientras el mandatario venezolano afirmaba que esa organización era una institución estropeada e inservible y que el Celac la sustituiría como la corporación más importante de la región, daba la bienvenida a la entidad y decía confiar que enriquecería el diálogo a nivel interamericano. Otro aspecto a destacar es que Chávez dijo que estaba pendiente la fórmula para la toma de decisiones, una advertencia de que el organismo puede acordar formas de votación en la que el disenso no exista y las decisiones sean de obligatorio acatamiento. Una condición muy favorable al mandatario venezolano, que cuenta con recursos suficientes para doblegar los principios de gobernantes que compran el presente empeñando el futuro. Al igual que en la XX Cumbre de Río en Santo Domingo del 2008, en el encuentro de Caracas se demostró la falta de solidaridad hemisférica en lo que respecta a la defensa de los valores democráticos y el oportunismo en la conducta de los mandatarios de la mayoría de los países del continente. Cuando Rafael Correa atacó a los medios de comunicación privados y propuso una regulación regional para los medios de información, ninguno de sus pares salió en defensa de una libertad de expresión plena y sin ataduras. Peor aún, los mandatarios de Panamá y Honduras, Ricardo Martinelli y Porfirio Lobo respectivamente, criticaron a los medios y se quejaron de estos. La solidaridad y la convicción de un destino común de libertad y democracia entre los pueblo del hemisferio es un cuento de caminos que se confirma cada vez que gobernantes electos democráticamente se pliegan a la voluntad de caudillos que solo aspiran a perpetuarse en el poder, mientras ganan tiempo para imponer en otros países modelos de gobiernos similares a los suyos y así construir una cadena de la que no podamos escapar. ________________________________________

¿ Agonizan las democracias en América Latina?

                                    Pedro Corzo
Es justo destacar la rapidez y firmeza con la que actúan políticos, organizaciones sociales, sectores intelectuales y hasta los gobiernos identificados con el populismo electoral, cuando uno de sus pares, o al menos a fin a sus intereses, son afectados negativamente por decisiones que pueden poner el peligro la sobrevivencia del aliado. En cierta medida la rápida denuncia y los contraataques protagonizados por Venezuela, Bolivia, Ecuador y Nicaragua ante la destitución del presidente paraguayo Fernando Lugo, repiten la actuación con la que esos gobiernos y otros afines, se condujeron cuando la crisis hondureña. El caso de Honduras fue una muestra perfecta de hasta dónde llegan los socios del Foro de Sao Paulo o la Alianza Bolivariana de las América, se parecen pero no son lo mismo, cuando una rama del árbol del despotismo puede ser quebrada. En aquel caso como el que nos ocupa, se demostró que más allá de la razón, el derecho y la soberanía del país en conflicto, el propósito de estos regímenes es apuntalar al socio en desgracia sin reparar en los proclamados principios de autodeterminación y no intervención que defienden con extremo furor cuando un miembro de la "familia" es afectado. Sin entrar a juzgar si fue procedente un juicio tan expedito contra el ex presidente Lugo o si había suficientes elementos para procesarlos, no se puede soslayar las demandas de diferentes entidades internacionales de tomar medidas punitivas contra Paraguay porque el Congreso Nacional, no las Fuerzas Armadas o una revuelta popular de oscuros orígenes, tuvo la capacidad de sacar de la presidencia al mandatario. El presidente Chávez no consideró que violaba todos los postulados que defiende cuando decretó un embargo petrolero contra Paraguay. Chávez, un acérrimo enemigo del embargo de Estados Unidos a Cuba, ordenó una acción similar contra un país al que había facilitado grandes recursos y que ante la falta de los mismos, la población va a padecer grandes quebrantos. Es evidente que Chávez, independiente de su estado de salud, ha logrado crear una especie de Santa Alianza en la que un grupo de mandatarios defiende a cal y canto la sobrevivencia del grupo, que es también la de cada uno de ellos, porque la maquinaria electoral que han forjado en cada país, sumado al concepto del despotismo constitucional, les garantiza el poder de forma continua. Chávez ha ganado con la destitución del presidente Fernando Lugo que era su aliado, y la separación de Paraguay del Mercosur, porque el congreso paraguayo se oponía frontalmente al ingreso de Venezuela al organismo subregional. La ausencia de Paraguay permitió a la presidenta de Argentina, lograr el ingreso de Venezuela, lo que según muchos analistas va a afectar seriamente a la entidad, ya quebrantada por sus conflictos internos, porque el chavismo va a politizar el Mercosur de forma extrema, al extremo que el vicepresidente de Uruguay, Danilo Astori, declaró que la formula usada para el ingreso de Venezuela es "quizás la herida más grave sufrida en los 21 años del Mercosur". La capacidad de concertar esfuerzos e identificar objetivos comunes de los miembros del ALBA, va mucho más allá de lo comentado. El peso especifico de de estos países en la Unión de Naciones de Sudamericanas, logró que Paraguay fuera suspendido, a pesar de que como afirma el nuevo presidente paraguayo Federico Franco "ninguna forma vigente autoriza excluir un estado miembro o su representante de las reuniones de la institución regional". Similar denuncia hizo el presidente Franco en el caso de Mercosur. La Organización de Estados Americanos a diferencias del caso hondureño, ha actuado con más cautela y escuchado a todas las partes envueltas en el diferendo sin tomar partido, dejando la decisión final al Consejo Permanente o a la Asamblea General de la entidad como corresponde. Pero es importante destacar una vez más la ausencia de un liderazgo hemisférico que denuncie y actué en consecuencia contra las violaciones a la constitución de sus respectivos países en las que incurren los presidentes Hugo Chávez, Rafael Correa, Daniel Ortega y Evo Morales, que proclaman e impulsan valores éticos que ellos mancillan constantemente. Estos gobernantes cambian a su antojo las legislaciones electorales y las constituciones, acusan de golpistas a quienes les cuestionan, buscan el control de los medios de comunicación, intimidan a los periodistas, confiscan los bienes de quienes hacen oposición, encarcelan sin respetar las normas judiciales y entronizan una dictadura institucional que se ha extendido como un cáncer hacia todo el continente. Parece que como en su momento ocurrió con Cuba, le llegó a América el tiempo en el nadie escucha y menos se quiere ver.