Pedro Corzo
Raúl Pérez Coloma, acaba de partir. El
Queso como le seguirán diciendo sin que importe el lugar donde se encuentre sus
amigos y compañeros de Presidio, ha dejado varios legados, pero en particular
uno que recoge un número notable de nombres de hombres y mujeres que
transitaron por el presidio político cubano.
Cuando Raúl empezó su lista seguro que
no imaginó los años de su vida que le dedicaría y menos aún que estaba
reeditando en ciertos aspectos en una isla del Caribe, la acción de un
empresario alemán, Oskar Schindler, que durante la segunda guerra mundial salvó
a más de un millar de judíos polacos de ser asesinados por las hordas nazis.
La Lista del Queso, como le dicen
popularmente, fue una tarea autoimpuesta, que demandó mucho esfuerzo y
dedicación.
Compiló millares de nombres durante
años de trabajo con datos personales que hacían posible conocer la composición
social de la cárcel política cubana.
Inició la confección de la lista de
presos en las circulares del reclusorio de Isla de Pinos. Muchos, en la
confianza de que el proceso seria breve, no la consideraban importante, pero El
Queso que había caído preso en 1960 y veía pasar los años, estuvo 18 años en
reclusión, consideró necesario recoger, dejar memoria, de quienes en los
tiempos que nadie escuchaba, parafraseando el título del documental de Néstor
Almendros, se sacrificaban.
El Queso era un hombre de una
personalidad muy particular. En la cárcel trasmitía confianza y optimismo, e
igual sensación transfería aun después que enfermó de gravedad.
Manuel Villanueva con su violín y Raúl
con su acordeón, en las escasas ocasiones que permitieron instrumentos
musicales en la cárcel lo que no evitaba que fueran confiscados al otro día de
haber sido recibidos, trasmitían paz en la desesperación de los largos años de
presidio.
No importaba lo duro que hubiera sido
la jornada. La crueldad y abusos de los carceleros, ellos dos, como otros
de su estirpe, con música, poesía, conferencias y clases hacían el presidio
menos angustioso y hasta productivo para cada hombre y mujer que cumpliendo con
lo que entendieron su deber, combatieron el totalitarismo.
Cuando Pérez Coloma llegó al exilio
siguió con su Lista. Visitaba hospitales, funerarias y reuniones de presos con
papel y pluma en mano para agregar en su lista a los que no la integraban
todavía.
Poco después de su arribo tuvo la idea
de organizar un encuentro que llamó, “Visitas sin Rejas”. El propósito era
reunir la mayor cantidad de prisioneros políticos en un ambiente de
comprometida fraternidad con el pasado común, a la vez que se reiteraba el
compromiso de seguir luchando por la democracia en Cuba.
Era tan especial El Queso que con la
muerte en los talones se reunió con un grupo de compañeros de prisión, que le
habían organizado una despedida como si se fuera a un viaje con retorno.
Raúl murió con las botas puestas. En
aquella reunión le dedicó un saludo a cada uno de los presentes y como si fuera
poco, evocando los tiempos del presidio, junto a su amigo Villanueva, tomo su
inseparable acordeón e interpretaron, Villanueva violín en mano, una canción
compuesta en la cárcel, “Isla de Pino Adiós”, de Carlos Besada y el himno de
los prisioneros políticos cubanos, “La Montaña”
Consciente que su tiempo se agotaba
seleccionó a la persona que seguiría su obra, escogió bien, fue preciso en su
elección, le entregó su lista, la Lista del Queso a José Bello Ferrer, un
compañero que le había prestado asistencia por años en su empeño.
Para cerrar esta nota de penas y
glorias nada mejor que un párrafo de un escrito de El Queso, “Es en ésta
época en que M. Villanueva con su violín y yo comenzamos a tocar juntos y
descubrimos que nos llevábamos tan bien que desde entonces estamos unidos
musicalmente (46 años)”.
“Como por mucho tiempo no oímos
música, sólo se cantaban, acompañados de guitarras, las
canciones de los años 50 o anteriores, es por eso que en este CD sólo
escucharemos viejas melodías, que eran las que tocaba por peticiones verbales o
escritas en papelitos que dejaban en mi celda”.
“Comenzaba siempre a las 7 pm con un tema
(Indian Love Call) que es el que inicia este CD, idea de Alfredo Izaguirre. Le
sigue Isla de Pinos de C. Besada y finaliza con La Montaña, de M. Villanueva y
que se convirtió en nuestro himno. Espero que éste exclusivo regalo que
hago a mis compañeros de prisión de tantos años les agrade y lo guarden con el
mismo cariño que está hecho”.