"Podemos estar felices de saber que el futuro nos pertence
completamente"
Adolf Hitler
Pedro Corzo
La decisión del presidente de Venezuela,
Nicolás Maduro de crear una instancia gubernamental dedicada a la búsqueda y
consecución de la Suprema Felicidad, conduce al libro 1984 de George
Orwell, en el que el Gran Hermano contaba con ministerios claves como el de la
Verdad y el Amor, y el régimen se sostenía sobre consignas como “la guerra es
la paz, la libertad es la esclavitud y la ignorancia la fuerza”.
Estas consignas se ajustan perfectamente
al modelo político que Hugo Chávez impuso en Venezuela, que hasta el momento
reproduce algunos aspectos del régimen cubano, y según promesas del
desaparecido mandatario tiene como objetivo llegar al mar de la felicidad de
los hermanos Castro, del que el presidente Maduro ha demostrado ser un
apasionado devoto.
De que la Guerra es la Paz para el
mandatario venezolano se aprecia con la cantidad de armas que su país ha
adquirido en los últimos años, que la Libertad es la Esclavitud se evidencia,
entre otros condicionantes en las restricciones y sanciones impuestas a los
medios de comunicación y la Ignorancia la Fuerza, la personifica el propio
presidente con las visiones que dice haber tenido, o por la barrabasadas que no
cesa de pronunciar como cuando dijo “Cristo redentor se hizo
carne, se hizo nervio, se hizo verdad en Chávez”.
En consecuencia en la búsqueda de la
felicidad para todos, Maduro que creó un vice ministerio para lograr
la felicidad de cada ciudadano, no duda en amenazar con llevar a prisión a los
periodistas que denuncian la escasez, confiscar los bienes de quienes considera
acaparadores o simplemente amenazar o encarcelar, a los dirigentes políticos de
la oposición.
La ficción política de Orwell, como el
Mundo Feliz del también británico Aldous Huxley, o Tierra de Extraños
del escritor cubano José Antonio Albertini, al igual que otras obras de
diferentes autores que abordan este género, describen un mundo en el que los
poderes del estado tienen la autoridad para determinar la conducta del
ciudadano, sus sentimientos y hasta sus relaciones sexuales.
Ese poder absoluto es la aspiración de
todo dictador. El pasado siglo XX contó con déspotas que con el
objetivo de hacer feliz al género humano, destruyeron cientos de millones de
vidas y afectaron el desarrollo de los pueblos que llegaron a dirigir.
Huxley, Orwell y Albertini,
describen una sociedad en la que el líder justifica el uso de la fuerza con el
subterfugio de que la humanidad para sobrevivir debe ser sometida a las
restricciones y regulaciones que él Conductor considere necesarias.
Hay que admitir que Maduro no está solo.
Han sido muchos los dirigentes políticos y religiosos, que han prometido
el paraíso en la tierra y simplemente han adelantado el infierno para aquellos
que están bajo su influencia.
Casos
como los de James Warren Jones, alias Jim Jones, que
fundó la secta Templo del Pueblo y provocó un suicidio masivo en
Jonestown, Guyana, causando la muerte de 913 personas, incluidos 270 niños, o
el de Waco, donde David Koresh, contribuyó a la muerte de 168 personas, hasta
los ataques suicidas de los extremistas islámicos a los que se les promete un
mundo de leche y miel con tal de que asesinen inocentes.
Hay muchos más ejemplos y no está
de más recordarlos. La pureza de la raza de Adolfo Hitler, el Paraíso de los
Trabajadores de Lenin y Stalin, la Revolución Cultural de Mao Tse Tung, el edén
que conquistó el pueblo camboyano como consecuencia del pensamiento mágico de
los Kmer Rouge, hasta el Pan con Libertad de Fidel Castro, sin olvidar el
hombre nuevo de Ernesto Guevara.
La mayoría de los líderes usan las
promesas para alcanzar el poder y conservarlo sin perder el sentido común, pero
cuando imaginan que han tocado el cielo con las manos, el delirio se acentúa y
la destrucción total del país está asegurada.
Maduro pudo haber empezado a jugar con
palabras y promesas como estrategia, pero tal parece que ha sido encantado por
su propia hechicería, por lo que la situación es muy seria ya que
cuenta con la capacidad represiva para imponer su voluntad.
Sin embargo el iluminismo del mandatario
venezolano no es lo peor y es que tanto a él como a sus homólogos mencionados y
omitidos, no les han faltado seguidores.
Aparentemente hay un sector de la
humanidad que gusta del cuento, compra las promesas más absurdas y mata o se
deja matar por ellas.
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