Pedro Corzo
El totalitarismo
cubano está inmerso de nuevo en uno de sus periódicos procesos de rectificación
que tienen como único objetivo la implementación de legislaciones o decretos
que sin afectar la estructura del poder, reduzcan las posibilidades de una
ruptura política-social o una confrontación entre las familias que integran la
nomenclatura.
El régimen está
haciendo todo lo posible por repetir en la economía los éxitos alcanzados
en el proceso de sucesión política en la que Raúl Castro sustituyó sin traumas a
Fidel, y para lograrlo, no tiene otra alternativa que permitir la odiada
inversión extranjera y el enriquecimiento de individuos que en la medida de lo
posible, intentara que sean del círculo de gobierno.
La nomenclatura
insular sabe que su generación de relevo, aunque pueda estar dispuesta a
usar la fuerza para defender sus intereses, tiene en muchos aspectos
perspectivas diferentes a la de los institutores de, totalitarismo, y uno de
esos campos es el de la economía, porque aunque el futuro liderazgo milite
en el Partido de los Castro, están conscientes que las bayonetas son excelentes
para reprimir a la población, pero no sirven para manejar la economía.
Los herederos tienen
otra formación. Han disfrutado las ventajas de una vida sin restricciones. Estudiado
en universidades de prestigio, pero lo más importante, saben que el fracaso de
la economía cubana es proporcional al éxito represivo que ha tenido el gobierno
y qué como los tiempos de los subsidio internacionales están llegado a su
final, es necesario impulsar reformas económicas que les garanticen perpetuarse
en el poder.
Por supuesto que en
esa reinvención que incluye leyes y decretos que autorizan actividades
económicas normales en cualquier país, incluidos aquellos que se encuentran
regidos por dictaduras, no hay disposiciones que reconozcan derechos ciudadanos
y menos libertades públicas registradas en la declaración universal de los
derechos humanos.
La posibilidad de que
los cubanos puedan rentar sus casas o venderlas, la libre compra y venta de
autos o facilitar el establecimiento de cooperativas y otras actividades
económicas, todas las disposiciones siempre incluyen limitaciones, están
orientadas en particular a legitimar negocios que poseen individuos vinculados
al régimen, porque son los que cuentan con recursos para desarrollar
actividades productivas que posibiliten el enriquecimiento.
Por supuesto que estas
decisiones también generan espacios que pueden ser usados por sectores
independientes del gobierno como los trabajadores por cuenta propia.
La mayoría de quienes
se desempeñan en actividades privadas, sino cuentan con la asistencia del
régimen, están en niveles de sobrevivencia, aunque hay quienes con muchos
esfuerzos y sacrificios han logrado hacer un pequeño capital y otros que gracias
a la ayuda de personas en el exterior, montan negocios productivos que el
régimen siempre está listo para eliminar, como ocurrió con los que
vendían ropa confeccionada en el extranjero.
Otro ejemplo de que
paulatinamente el régimen está procurando legitimar las riquezas de sus
partidarios previendo un futuro de libertades económicas que está conscientes
es inevitables, es la proyectada descentralización de las empresas del estado,
una decisión que a su momento convertirá en propietario a los gerentes de las
empresas del estado.
La dictadura ha ido
desregulando ciertas actividades económicas y generando más espacio para la
inversión extranjera, que según parece indicar, se irán profundizando según
convenga a los intereses del gobierno.
Tales disposiciones
legalizan el enriquecimiento de los jerarcas y sus familiares y no atentan
gravemente contra la dependencia del gobierno del resto de la población, lo que
permite apreciar que al igual que el desaparecido mandatario venezolano Hugo
Chávez aceptó la formación de una clase económica que disfrutaba de una
relativa independencia, la dictadura cubana está promoviendo la
legitimación de una especie de castro burguesía que existe hace años, pero que
siempre han procurado ocultar.
En Cuba habrá
millonarios como los hay en China. La dictadura eliminó el sector productivo
cuando accedió al poder porque la independencia económica de los ciudadanos era
una amenaza, pero los nuevos ricos no serán un peligro a temer porque sus
bienes se originan en sus compromisos políticos tanto o más que en su
capacidad productiva.
Cierto que habrá
individuos que acumulen bienes como consecuencia de su trabajo o talento, algo
normal en cualquier país a excepción de Cuba, pero la mayoría de las riquezas
serán resultados de las posiciones que ocupen los individuos o porque
usufructúan los bienes y recursos económicos que les fueron facilitados
por la autoridad que detentaron sus abuelos, padres o cualquier otro tipo
de padrinazgo que en su momento los cubrió con un manto protector.
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