Por Pedro Corzo
Los extremos se confunden, parece que en un
momento determinado se transforman en un solo objeto, desarrollo que estamos
apreciando en este país de tolerancia, donde los discursos excluyentes y las
descalificaciones mutuas, están a la orden.
Hace varios días, dos excelentes amigos, espero lo sigan siendo después de
esta columna, me sugirieron que como yo era conservador, de derecha, no un
reaccionario, debería abordar la crispación existente en ciertos sectores de la
comunidad que por diferencias políticas se tratan como enemigos y no como lo
que son en realidad, adversarios.
Creo que la preocupación de mis amigos es muy válida, pero la realidad es
que ambos lados se cuecen habas. Hay extremistas por doquier, no es patrimonio
de un solo sector.
Por otra parte, debo comentar que cuando leí la palabra reaccionario viaje
en el tiempo y me vi en la Cuba de los 60, donde era identificado como
reaccionario, latifundista y batistiano, solo por no manifestarme a favor del
castrismo. La intolerancia era tanta que lo que no era igual había que
extirparlo.
Éramos unos apestados para quienes defendían visceralmente el nuevo
régimen. Eran sujetos tan convencidos de su verdad que clamaban
públicamente, que si su madre no fuera revolucionaria la delatarían.
Hay que cuidarse de los iluminados, están en todos los extremos, esos, que
con un exuberante relativismo moral afilan la guillotina para decapitar los
derechos de los otros, olvidando que ese es un perro rabioso que no
siempre muerde a la victima seleccionada. La cuchilla como la hoz lo cercena
todo.
No soy partidario de los encasillamientos. Las ideologías y la política
podrán ser consustanciales a nuestra condición humana pero personalmente valoro
la libertad y los derechos ciudadanos como nuestra principal prerrogativa. Creo
que el primer deber ciudadano es respetar el derecho de los otros, pero antes
que eso, la defensa de los propios.
Uno de mis amigos comentó sobre la virulencia de algunos partidarios del
presidente Trump, una realidad innegable que queda balanceada por la mordacidad
de quienes rechazan al Presidente, como lo muestra la convocatoria a
boicotear los productos de la fábrica Goya porque el dirigente de esa empresa
elogió al mandatario. Es ilógico que personalidades públicas, líderes
políticos, clamen por ese boicot y rechacen un embargo a una
dictadura de 60 años.
Nadie debe pagar un precio por sus opiniones. Tenemos derecho a pensar por
nuestra cuenta, por el hecho de vivir en una sociedad de
leyes. Personalmente rechazo tajantemente que exista una agrupación que
defiende la pedofilia arguyendo que es otra orientación sexual y que un
sacerdote manifestara que "La pedofilia no mata a nadie y el
aborto sí", considero que eso es más alarmante que las palabras
del CEO de Goya.
El malvado pero talentoso Vladimir Erich Lenin, escribió, que el
extremismo es la enfermedad infantil del comunismo, un padecimiento presente en
todas las ideologías, porque aun en el ambiente de libertades y
derechos que vivimos en este gran país se cuentan partidarios de ambos extremos
que amenazan con conducirnos al Gulag soviético o al campo de exterminio nazi.
Llevamos unos años de demasiada pugnacidad y crispación, se ha estado
gestando un ambiente donde es muy difícil permanecer distante del debate,
condición que en cierta medida impele al ciudadano a tomar partido, algo
parecido ocurrió en la España de la Guerra Civil y en la Cuba de Castro, donde
los residentes tuvieron que sumarse a una facción aunque tuvieran reparos con
algunas de las características de su elección, ojala, votemos por el mejor, no
por el mal menor.
Bajo un régimen tiránico la política está en todas partes, en una
democracia no debe ser así. Los partidarios de unos y otros no deben
intoxicarnos con sus discursos y propuestas. José Martí escribió hace más de
100 años, “Hay
hombres que aman y construyen y otros hombres que odian y
destruyen” no dejemos que los segundos impongan sus odios sin que
importe la tendencia que defiendan.
Tengo amigos partidarios del presidente Donald Trump, que de
solo conocer que una persona podría votar por el candidato Joe Biden se
molestan y descalifican al individuo, mientras, otros amigos, de solo saber que
Biden tiene partidarios entre los cubanos, se disgustan amargamente.
Los amigos escribidores son de ambos partidos. Los dos están muy
preocupados por el futuro de este país y solo anhelan que retorne la paz social
y las libertades y los derechos cada día sean más amplios y fuertes.
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