diciembre 27, 2013

Castro. El decano de los dictadores

Pedro Corzo
No es para sentirse orgulloso, todo lo contrario, desuela decirlo, pero quizás la mejor manera de superar una realidad traumática es reconocer la responsabilidad individual y colectiva, e iniciar una cruzada que conduzca a la redención.
En los tiempos modernos no ha habido un gobernante que haya ejercido el poder por más años que Fidel Castro. Cuarenta y nueve para ser exacto.
El más próximo al tirano caribeño ha sido el autócrata de Corea del Norte, Kim IlSung, que controló su país por cuarenta y seis años. Kim fue quien instauró las dinastías en el mundo comunista, que los Castro no tardaron en imitar.
Los otros dictadores comunistas de que se le acercaron fueron Mao TseTung de la República Popular China, 27 años y  José Stalin, Unión Soviética por 31, aunque hay que tener en cuenta que Josep Broz, "Tito" mandó en Yugoslavia  la friolera de 35 años, y hasta se declaró presidente vitalicio.
Sin duda que una lista de los autócratas más longevos en el poder sería demasiado extensa, pero no se pueden pasar por alto a tres dictadores que fueron muy aliados del tirano cubano, el libio Muammar Gaddafi, 41 años, en Irak, Saddan Hussein, 24 y Hafez al-Assad, en Siria, 29 años.
Otro aliado del dictador cubano fue Sukarno quien impuso su voluntad en Indonesia por 22 años
En la África Negra, Fidel Castro cuenta con autócratas que esperan romper su record.
Por ejemplo Teodoro Obiang  Nguema Mbasogo de Guinea Ecuatorial que lleva en el poder 34 años y que sucedió a otro dictador de larga data Francisco Macías Neguema, otros aliados del castrismo que aspiran a superar al mentor, son José Eduardo dos Santos de Angola 34 años y Robert Mugabe  que de héroe de la independencia de Zimbabue mutó a cruel dictador que a sangre y fuego se ha mantenido gobernando por 26 años, aunque ninguno alcanza los 35 que lleva haciendo su voluntad en Camerún, Paul Biya y menos aún los 42 años que gobernó en Gabón,  Alhaji Omar Bongo Ondimba.
El despotismo no es potestad de los comunistas ni de nazi o fascista. Los autócratas responden más a sus intereses que a ideologías, por eso cuando llegan al poder por la fuerza o legítimamente no quieren abandonarlo.
Entre los muchos ejemplos, están ChianKai-sheck, que mandó en la China continental poco más de cinco años, pero después se estableció en la República China, Taiwán, por otros veintiséis.
El gobernante de Bahréin por más de 39 años ha sido Khalifaibn Salman Al Khalifa, también la República de Yemen tiene en esta deshonrosa lista a su representante,  Ali Abdulá Saleh quien dirigió los destinos del país por 22 años, aunque anteriormente había gobernado por doce y al igual que el tunecino Zine El Abidine Ben Al, 24 años, sucesor de Habib Bourguiba, quien mandó por tres décadas.
América Latina no se queda atrás. Tiene su lista de déspotas sangrientos que actuaron como dueños de vidas y haciendas. Consideremos solo los del pasado siglo y el presente, pero antes un vistazo a la península ibérica donde encontramos a Francisco Franco quien gobernó con mano de hierro a España por 36 años y el portugués Antonio Oliveira Salazar por igual cantidad de tiempo.
Después de Fidel Castro el decanato de los dictadores de América lo ostenta el desaparecido Alfredo Stroessner de Paraguay quien gobernó por 35 años. El déspota cubano se encontraba en Caracas, invitado a la toma de posesión de Carlos Andrés Pérez, 1989, cuando conquistó tan triste distinción.
A Stroessner le sigue el venezolano Juan Vicente Gómez, 27 años, y el mexicano Porfirio Díaz, que aunque de manera intermitente gobernó a su país por 31 años, el mismo periodo de tiempo que su par dominicano, Rafael Leónidas Trujillo, uno de los pocos dictadores ajusticiado en el poder por un sector del pueblo que victimizaba.

También fueron dictadores Augusto Pinochet Chile, 17 años y Omar Torrijos de Panamá, 13.
Faltan muchos pero no es posible enumerarlos a todos, aunque si es obligado referirse a dinastías como la de los Duvalier en Haití,  Françoise 14 años y Jean Claude, 15 años, y la de los Somoza en Nicaragua, 45 años, solo superada por la dinastía impuesta en Cuba que pronto arribara a los 55 años.
Todos los déspotas tienen un denominador común, creen en la fuerza y le rinden culto y violentan los derechos ciudadanos causando muerte y desolación.
Sin embargo a diferencia de algunos de estos dictadores el decano Fidel Castro, usurpó todos los poderes del estado cubano. Dispuso de la vida y hacienda de cada ciudadano. Dividió a la sociedad. Condujo a la muerte a miles de personas. Destruyó los valores sobre lo que se sustenta la nación. Acabo con la esperanza e instituyo la doble moral.  La herencia que recibe el pueblo cubano del castrismo es desoladora,  no hay comparación con el legado de otros dictadores que ha sufrido el hemisferio.

diciembre 22, 2013

LOS CUBANOS ENTRE LA HEGEMONIA Y LA DEPENDENCIA

Pedro Corzo
La historia de la Cuba republicana  se caracterizó por  la inestabilidad y las ambiciones de poder de grupos políticos que las más de las veces respondían a designios muy propios, y no a proyectos en los que el país fuera la prioridad, aunque es justo afirmar que Cuba no era una excepción en el hemisferio.

Los países del continente en su recorrer republicano han sufrido severas convulsiones de carácter social y político, y la  mayor de las Antillas era una más entre sus iguales.

El país, al igual que el resto de América, proyectó mucho de su hacer alrededor de figuras notables que en muchas ocasiones eran caudillos que confundían sus  agendas personales con las nacionales, como fueron los casos entre otros, de José Miguel Gómez, Mario García Menocal, Fulgencio Batista, y otros, pero tampoco faltaron a la nación verdaderos patriotas que hicieron todo lo posible por concretar una sociedad justa y democrática

Líderes políticos de la oposición y gobiernos, fueron en ocasiones promotores de intervenciones o mediaciones de parte de Estados Unidos en la política cubana.


El primer presidente, Don Tomas Estrada Palma propició una intervención de Estados Unidos, otros mandatarios siguieron sus pasos, por lo que es probable que las mediaciones e intervenciones estadounidenses generaran en algunos sectores políticos del pasado y del presente, la placentera convicción de que siempre sería posible recurrir a un factor extranjero para que le sacaran las castañas del fuego. 

A pesar de la actitud de ciertos políticos la mayoría del pueblo cubano era nacionalista, convicción que se acentuó durante el segundo gobierno de Gerardo Machado, particularmente en el sector estudiantil, protagonista clave en el fin del mandato del general de la independencia.
A principios de los años 30, se agudizó la espiral de violencia que vivía el país y el régimen de Machado, que había disfrutado del apoyo y simpatías de Washington, empezó a convertirse en un aliado no deseado para este.
En el mes de marzo de 1933  el presidente de Estados Unidos, Franklin D. Roosevelt, designó  a Sumner Welles, embajador en Cuba y enviado especial, iniciándose la conocida "Mediación", que fue respaldada por un amplio sector de la oposición, sin embargo la caída del General inicio en el país un proceso nacionalista sin precedentes.
Es indiscutible que estas mediaciones e intervenciones de Estados Unidos  crearon  en ciertos sectores políticos una relativa dependencia.

Para estos sectores el apoyo externo posibilitaba, según el caso, evadir compromisos, catapultarse en la lucha por el poder o en la conservación del mismo. Aparentemente consideraban posible conjugar los intereses foráneos con los nacionales y personales.

Fulgencio Batista, después de concluido el gobierno de Grau San Martín, se convirtió en el verdadero poder en la isla y en 1940, por medio de unas elecciones, legitimó su poder en el marco de una nueva constitución.

Batista retornó al gobierno en 1952 por medio de un golpe militar. Las relaciones con Estados Unidos fueron excelentes, hasta que Washington decidió retirarle su confianza.

En 1959, Fidel Castro instaura en la isla la dictadura más cruenta que haya padecido el hemisferio, internacionalizándola al subvertir el orden político en el continente e iniciar una política hostil contra Estados Unidos.

El padrinazgo de la Unión Soviética a Castro fue un factor determinante para que sectores de la oposición procuraran la ayuda de Estados Unidos, que afectado en sus intereses económicos y políticos, no dudó en prestar su apoyo.

Cuba se transformó en satélite de la URSS y en su plataforma política y militar en el continente. Bases de submarinos y espionaje electrónico y de cohetes balísticos con capacidad nuclear. Más de cincuenta mil militares soviéticos estuvieron desplazados en suelo cubano.

No obstante la dependencia de La Habana de Moscú sirvió al castrismo para adquirir una clientela política propia, y desarrollar un proyecto hegemónico, que aunque dependiente del soviético, tuvo sus propios perfiles, factor que posibilitó entre otros componentes, la sobrevivencia del castrismo después de la caída del Kremlin, la creación del Foro de Sao Paulo y el apoyo logístico para el surgimiento y desarrollo de las dictaduras institucionales del inexplicable socialismo del Siglo XXI.

Pero si el castrismo continua atentando contra las democracias del hemisferios, quienes se le oponen no han cesado en su compromiso de combatirlo más allá de los resultados.

En la isla, a pesar de más de cinco décadas,  la confrontación de los hombres libres contra la voluntad esclavista de régimen persiste y en el exterior, los exiliados continúan dando muestras de su compromiso con la democracia, y como si fuera poco, en numerosas ocasiones han logrado vincular  la causa que les inspira con los intereses nacionales e internacionales del país que les acoge.

diciembre 14, 2013

Perdón y Justicia

Pedro Corzo
Los regímenes depredadores generan víctimas y victimarios. El odio se vuelve un oficio y el miedo una enfermedad de la que no se escapan ni los mismos abusadores.

Vivir en una sociedad donde odiar y temer es parte fundamental de la existencia,  traumatiza a los ciudadanos. Superar esa realidad cuando concluye la opresión, demanda mucha tolerancia y capacidad de comprensión, aunque la victima nunca pueda perdonar a su victimario.
No obstante la mayoría de las personas considera sabio y prudente ser indulgente. Valoran más una relación armónica y  un concilio de voluntades, que una acción de venganza,  porque consideran que odiar y actuar en consecuencia, menoscaba su dignidad. 
El perdón, es la consecuencia de la ruptura de los acuerdos de convivencia asumidos previamente.  Es la búsqueda de un nuevo concilio. Es aceptar la igualdad ante la ley y el compromiso  de acatar las reglas que rigen la comunidad. La aprobación de un compromiso de mutuo respeto,  tolerancia y también de colaboración.
Todo conflicto, individual o social, genera víctimas y victimarios, abusos y hasta crímenes, por eso es válido preguntarse, ¿es posible el perdón, pueden sinceramente la víctima y el abusador tolerarse, construir un futuro juntos?
¿La víctima tendrá capacidad de perdón? Y en el victimario se habrá extinguido su inclinación al abuso, a despreciar a los derechos del prójimo.
La víctima no responde a un patrón físico ni moral pero sí de conducta. Víctima puede ser cualquiera. Los derechos y la existencia misma de la víctima pueden ser anulados o extinguidos, pero la víctima puede ser un vencedor moral, a pesar de los vejámenes que sufra, si enfrenta con dignidad la injusticia e intenta restaurar su derecho.
El victimario puede ser un inadaptado social. En esos casos sus crímenes por brutales que sean, afectaran a una persona o a un sector de la comunidad,  pero cuando el victimario es consecuencia de un sistema político que le otorga inmunidad como ocurre en Cuba, su maldad se extiende a toda la comunidad.
El torturador debe aceptar sus crímenes. El sectario admitir que persiguió, acosó y discriminó a los que no pensaban y actuaban como él.
El victimario debe tener conciencia que sus crímenes estaban más allá de la idea que decía defender. Admitir sus excesos puede ser una garantía de que en el futuro no incurra en pasados abusos,  aunque las circunstancias para cometerlos le fueran nuevamente favorables.
El perdón a un victimario es una decisión personal. No puede decretarse ni imponerse. El perdón trasciende los conceptos de victoria o derrota, pero la acción de absolver aunque implica renunciar a la venganza, no significa faltar a la justicia.
La absolución transita por una avenencia ético-moral, un sincero acto de contrición en el que pueda fundamentarse la nueva sociedad, ya que las víctimas y victimarios harían dejación de sus rencores los primeros, y de sus crueldades y odios,  los últimos.
La reconciliación no puede provenir solo de la víctima. No es un deseo unilateral del que fue sacrificado y que de nuevo, en virtud de su conciencia cívica, controla sus pasiones y prefiere la aplicación de la justicia.
Una sociedad que no sancione el crimen se encuentra cimentada en la arbitrariedad y por lo tanto propensa a nuevas crisis sociales o políticas.
La condescendencia no exime de responsabilidad legal al criminal. La absolución no implica impunidad. El crimen no puede ser premiado con el olvido del mismo. Debe existir una sanción legal o moral que advierta a los potenciales violadores que el crimen no paga.

Sin embargo hay quienes defienden los conceptos de “Borrón y Cuenta Nueva”. Creen que se hace suficiente justicia con la aceptación de la culpa. Consideran que la mejor opción para la sociedad es dejar saldados todos los débitos para evitar cacerías humanas que puedan provocar la aparición de nuevo violadores,  de otros individuos que en un supuesto afán     de justicia,  cometan nuevas arbitrariedades.
Por otra parte hay quienes consideran que el perdón debe anteceder a la Justicia, porque no se puede juzgar a ninguna persona, a la vez que se le odia. Entienden el perdón como una decisión de profunda religiosidad, un acto de contrición en el que se aprecian los propios errores y los del prójimo.
Arribar a lo que se puede definir como la justa justicia demanda que comulguen las realidades de las víctimas y de sus victimarios,  junto a la sanción legal y moral que demanden los crímenes, solo así se pueden establecer los fundamentos para crear una sociedad en que los derechos y deberes ciudadanos,  sean asumidos con plena responsabilidad.

El continuismo democrático de El Salvador

Pedro Corzo
En menos de un año la República de El Salvador elegirá un nuevo presidente y aunque como toda nación en desarrollo enfrenta múltiples problemas, el hecho de haber superado en democracia  una cruenta guerra civil, es un ejemplo que deberían seguir otros países del hemisferio y en particular los mandatarios que buscan establecer en sus respectiva naciones dictaduras institucionales.
El pueblo salvadoreño ha dado ejemplos de convivencia a pesar de haber padecido una confrontación civil particularmente sangrienta que se extendió desde 1980 a 1992 y en la que según expertos en el tema hubo 75,000 muertos y desaparecidos.
Hay que destacar que durante esa cruenta guerra civil la mayoría de la población salía a ejercer el derecho al voto cuando se convocaba a elecciones.
La guerrilla apoyada por Cuba y Nicaragua advertía que la población no debía ejercer sus derechos, a la vez que amenazaba a los aspirantes, en consecuencia muchos ciudadanos y candidatos fueron asesinados por los insurgentes, pero a pesar de las amenazas hechas realidad la mayoría de los ciudadanos votaba.  
El desaparecido presidente Napoleón Duarte, en cierta medida, sintetizó las ansias nacionales de construir un país estable políticamente, en el que las diferencias se solucionaran en las urnas y no con los atentados criminales de los extremismos ideológicos.
El país escindido entre guerrilleros, influenciados por el castrismo y el sandinismo, que le suministraban entrenamiento y recursos bélicos de todo tipo, asesinaban civiles, pero también a sus propios líderes como le ocurrió al poeta Roque Dalton y Armando Arteaga.

La nación era asolada también por grupos extremistas de derecha, acusado de haber asesinado al arzobispo Arnulfo Romero y otros  clérigos.
La guerra fue cruenta y los crímenes en los que incurrieron las partes numerosos y horrendos, pero las reservas morales de esa pequeña nación centroamericana lograron imponerse y las facciones que se enfrentaron con las armas, arribaron a acuerdos que han permitido una gobernabilidad satisfactoria.
Terminada la guerra civil fue elegido presidente Alfredo Cristiani, de la Alianza Republicana Nacionalista, un partido político fundado en pleno conflicto bélico por el mayor del ejército Roberto D'Aubuisson,  acusado de estar vinculado a grupos de extrema derecha y escuadrones de la muerte.
La ARN  fue evolucionando al ritmo de la opinión pública y logró conservar el poder político por 20 años.
Cuatro líderes del Partido ascendieron hasta la primera magistratura, pero en el 2009 un joven periodista, Mauricio Funes,  bajo la tolda política del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional  ganó las elecciones, lo que condujo al grupo guerrillero más extremista del país a la presidencia.
El gobierno dirigido por  Funes ha sido una grata sorpresa para muchos salvadoreños, pero también para la mayoría de los actores sociales y políticos del hemisferio que están pendientes de lo que acontece en el continente.
La victoria de Funes, un advenedizo en el FMLN, demostraba que la generalidad de la población rechazaba el liderazgo histórico de esa fuerza política, cuatro años antes el jefe guerrillero Schafik Handal, había sido derrotado ampliamente por Elías Antonio Saca. 

Funes militante y candidato de un grupo con un historial de violencia extrema, que a su vez estaba identificado con el socialismo marxista, condujo su campaña y ha ejercido la presidencia con la moderación de cualquier dirigente socialdemócrata y lejos de los pensamientos y acciones extremas del FMLN.
Durante su mandato las diferencias con el FMLN han sido numerosas. Ha actuado con independencia del Partido y ha sido consecuente con sus declaraciones de que sería el presidente de todos los salvadoreños.
Las decisiones de Funes en política exterior coinciden en muchos aspectos con las de sus pares conservadores. Restableció relaciones con Cuba. Condenó los sucesos que en Honduras dieron lugar a la salida del presidente Manuel Zelaya, reconoció el estado Palestino, pero también rechazó el ingreso de su país  a la Alianza Bolivariana de los Pueblos de Nuestra América, ALBA.
Funes, contrario a lo que muchos esperaban fue capaz de contener los ímpetus extremistas de sectores de la agrupación política que lo llevó al poder. Ha tenido diferencias con dirigentes del FMLN y dijo cuando accedió a la presidencia, hace varios  años que sus modelos para gobernar serian Lula da Silva y Barack Obama.

Contrario a sus pares del ALBA, hasta el momento no ha propuesto una revisión de la constitución y ha prohibido a los funcionarios de su gobierno involucrarse en actos electorales y ha sido capaz de expresar que las controversias que ha sostenido con el FMLN son normales y que en su condición de Presidente no responde a los intereses de ningún partido.