septiembre 27, 2020

Persecución y Deportación religiosa en Cuba

                                                                                                                         Pedro Corzo

Las religiones tienden a promover la comprensión, la tolerancia y el respeto a la dignidad humana, contrario a esos principios,  ideologías como el  marxismo y el fascismo auspician la lucha de clase y la dictadura del proletariado  o patrocinan el odio racial y la discriminación, razón por la cual cuando Fidel Castro y sus acólitos llegaron al poder, dispusieron que las religiones fueran perseguidas imponiendo el odio, sectarismo y represión, factores comunes en el comunismo y el nazi-fascismo, los fundamentos sobre los que reconstruiría a Cuba.  

Castro consecuente con su naturaleza mesiánica y manipuladora  contradijo la máxima  «Den al César lo que es del César, y a Dios, lo que es de Dios».  Él, desde su perspectiva, también era un Creador y se esforzó, lo logró en gran medida, expatriar de la conciencia de muchos de sus conciudadanos toda creencia en un ser supremo ajeno al Comandante en Jefe y no fue raro que en las casas de familia el cuadro de Jesús fuera sustituido por uno de Fidel o cualquier otro de sus genízaros. En Cuba se exaltó  una nueva religión, el Castrolicismo, como afirmaba el compañero de presidio Gerardo Fundora.  

En la Isla, se organizó la persecución de la Iglesia y los creyentes. Se acosó a la feligresía y al igual que abolieron las festividades republicanas y se minimizó la gesta independentista, las fechas claves de las religiones, particularmente las cristianas,  como la Semana Santa y Navidad fueron maldecidas, lo que quizás motivó a muchos antes de morir,  como Alberto Tapia Ruano y Virgilio Campanería, gritar ante el paredón de fusilamiento Viva Cristo Rey.   

Los extremismos del Castrolicismo han sido padecidos por católicos y no católicos, por todo ciudadano que fue y es  capaz de defender sus convicciones, y paradójicamente, hasta por muchos de los que han guardado silencio cómplice ante las tropelías de la dictadura, es válido decir que aun hoy, después de décadas de fracasos, no faltan quienes tienen una memoria selectiva que les facilita olvidar para lucrar.  

Los ataques a las religiones y a los religiosos se agudizaron en 1961. La procesión a la Virgen del Cobre fue prohibida por las autoridades y cuando los feligreses decidieron realizarla un sicario asesinó a tiros al joven, Arnaldo Socorro, portador de una imagen  de su Patrona frente a  la Iglesia de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre, en La Habana  

Dos días después fue arrestado el obispo Eduardo Boza Masvidal, figura emblemática de la Iglesia Católica que con argumentos sólidos e irrebatibles criticaba al nuevo régimen. La dictadura no soportó más el reto continuo a sus prerrogativas y decidió aplicar lo que consideró erradamente un golpe mortal a su principal enemigo ideológico al ordenar la expulsión del país de 136 religiosos, entre ellos 60 sacerdotes españoles, 45 cubanos, cinco canadienses, un hondureño, un venezolano, un húngaro y un italiano. Las autoridades habían detenido a los sacerdotes en sus diferentes iglesias y conducidos directamente al barco Covadonga que tenía como destino España.  

Mons. Boza-Masvidal y Mons. Agustín Román

Entre los desterrados se encontraban el obispo Boza Masvidal y  Agustín Román, quien fue obispo auxiliar de Miami, dos personalidades excepcionales que desde sus respectivas responsabilidades siempre honraron a Cuba y lo cubano, contrario a lo que han hecho las figuras más destacadas del castrolicismo.     

Transcurridos más de sesenta años la lectura de la realidad cubana es particularmente devastadora. El régimen arrasó con los valores y principios sobre los cuales se sostenía la nación.  

Inculcó en  varias generaciones biológicas normas y conceptos contrarios a la dignidad humana, en consecuencia, la sociedad bajo el castrolicismo se ha caracterizado por la intolerancia, acoso, sectarismo, la delación y falta de respeto a la vida, junto a una ausencia de principios que han afectado profundamente hasta el propio  totalitarismo,  al deformar a una mayoría de  sujetos que solo viven pendientes de sus intereses más inmediatos sin aceptar la existencia de los compromisos sociales, vitales para cualquier propuesta.  


Arnaldo Socorro, asesinado por su fe

                                                                                      Pedro Corzo 

Arnaldo Socorro (1944-1961). Foto Archivo Cuba
Aunque la Revolución pretendió darle al triunfo insurreccional un ligero cariz religioso, muy pronto la creencia en otro ser superior se convirtió en el enemigo más temido de la insurrección triunfante, ya que Fidel Castro no podía permitir otra religión que no fuera 
encarnada en él.  

La asistencia a la iglesia se redujo dramáticamente y las personas negaron su creencia en Cristo no tres veces, sino en infinidad de ocasiones. En Cuba se instaló una nueva religión en la que el Dios era Fidel Castro y el castrolicismo la verdad revelada.
  
El régimen impuso valores y normas que se inspiraron  en el pensamiento de Fidel y en el marxismo, con la premisa de que la "Religión era el Opio de los Pueblos". Se atacó a fondo los fundamentos éticos de la sociedad,  siendo uno de sus objetivos  más importantes las religiones en general y la iglesia Católica,  el blanco clave a destruir, para así construir el nuevo orden prometido.  

Fue una experiencia indeleble para los creyentes que en defensa de su fe fueron discriminados, perseguidos, humillados, encarcelados y fusilados, como ocurrió entre otros muchos, con Alberto Tapia Ruano y Virgilio Campanería, quienes antes de morir, gritaron Viva Cristo Rey.   
 
Los ataques verbales contra la Iglesia en general y la Católica en particular se incrementaron, los feligreses empezaron a ser acosados y aquellos que no tenían una profunda fe cedieron ante la presión, sin embargo, un número importante de fieles, a pesar de que la represión aumentaba y la discriminación se acentuaba, mantuvieron su compromiso religioso siendo uno de ellos el joven Arnaldo Socorro.  

Socorro era natural de Unión de Reyes Matanzas, pero en su adolescencia la familia se  trasladó para la capital de la Isla. Una beca le dio la oportunidad de estudiar en el Colegio de Belén donde se incorporó a la Juventud Obrera Católica en la que militaba cuando el 10 de septiembre de 1961 fue convocada una procesión 
con la imagen de la Santísima Virgen María, Patrona de Cuba bajó a nombre de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre.  

La procesión partiría desde la iglesia de La Caridad, bajo la guía del entonces Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis de La Habana,  Monseñor Eduardo Boza Masvidal, uno de los más valientes censores del régimen castrista, quien fuera expulsado de Cuba una semana después con otros 130 sacerdotes.  

Arnaldo fue hasta la iglesia para participar en una procesión religiosa que indudablemente era una expresión de rechazo al gobierno. En el lugar supo que las autoridades habían prohibido la Procesión, sin embargo, al igual que miles de personas,  permaneció  frente a la Iglesia para exigir que sus derechos fueran respetados, cobijado con una imagen de la Virgen marchó a la cabeza de los centenares de personas que decidieron seguirle, dando vivas a Cristo Rey, a la Virgen y a la libertad, tal como en ese momento muchos de los jóvenes fusilados por la dictadura lo gritaban frente al paredón de fusilamiento.  

El coraje de Socorro no sería respetado por el régimen y sus sicarios. Un esbirro, consciente de su impunidad, descargó su metralleta checa en su contra, el joven cayó al suelo mortalmente herido.  

Tenía 17 años cuando fue asesinado,  pero a la falta se sumó como bien afirma el periodista Julio Estorino, “el crimen y el ultraje”, al régimen proclamar que el joven asesinado  era un revolucionario que habla ido al lugar de los sucesos para impedir un acto de los esbirros con sotana,  como identificaba el castrismo a los sacerdotes católicos.  

El asesinato le fue achacado al sacerdote Agnelio Blanco quien en el momento de los hechos estaba en la Isla de Pinos, otra cruel mentira en la amplia campaña de difamación del castrismo en contra de sus críticos. 

Ahí no terminó la maldad. Oficiales de la Seguridad del Estado fueron a la casa de Arnaldo Socorro, amenazaron a la familia y lo enterraron como un combatiente asesinado por la contrarrevolución, sin duda alguna, la dictadura invistió a otro cubano  con su crimen, como mártir de la Patria. 

septiembre 07, 2020

Los distópicos

                                                                                                                       Pedro Corzo 
Según el diccionario esta palabra no existe pero habría que inventarla por el número importante de personas que luchan por lo opuesto a la utopía, aunque en muchas ocasiones esas quimeras se convierten en horribles pesadillas.  

A través de los siglos millones de personas se han identificado con caudillos, doctrinas e ideologías al extremo de matar y morir por lo que creen, pero, en honor a la verdad, es muy difícil entender  a quienes  defienden proyectos fallidos cuando han tenido la oportunidad de apreciar cómo se comportan esos designios en la realidad.  

Esos individuos sin duda alguna tienen una fuerte vocación a ser anulados, extinguidos por lo mismo que promueven. Las personas que patrocinan ideologías o empresas fracasadas, sustentadas en  principios y normas que conducen al desastre, deberían estar recluidas en centros siquiátricos porque tienen una indiscutible vocación suicida que flirtea con el homicidio.  

Ninguna persona sensata puede argüir que el nazi fascismo es una propuesta justa y respetuosa de la dignidad humana, tampoco se puede plantear algo similar sobre el comunismo o negar que sea un proyecto que solo sirve para crear una clase parasita que suprime los derechos ciudadanos.  

En una película inspirada en la vida real,  titulada “La Roja Joan”,  el hijo del personaje central le pregunta enfadado a su madre porque había traicionado a su patria, la Gran Bretaña, pasándole información a un régimen criminal como el de  la Unión Soviética de José Stalin, la respuesta de la roja Joan fue que cuando ella espiaba para la URSS se desconocían todas las aberraciones de ese sistema y la crueldad de sus líderes, pretexto que no tienen los jóvenes y ancianos que promueven actualmente ideas extremistas como solución mágica  para los problemas del presente.  

La réplica del personaje no es nada nueva. Desconocer la realidad y ajustar las consecuencias de los acontecimientos a su conveniencia, es un actuar de muchos sujetos que no siempre reaccionan cuando son pisoteados.  

Este argumento de la espía fundamentada en la ignorancia de los abusos en los que incurrían sus amos,  conduce a especular sobre los motivos que impulsan a quienes a sabiendas del fracaso absoluto del Socialismo Real y su vástago el Socialismo del Siglo XXI, siguen promoviendo esos proyectos fallidos.  

José Martí, escribió, “La ignorancia mata a los pueblos, por eso es preciso matar a la ignorancia”, desgraciadamente,  en estos tiempos estamos conviviendo con intelectuales, académicos y políticos relevantes,  que han determinado ser ignorantes, en consecuencia la máxima martiana no puede ser usada.   

Es difícil entender la causa por la qué  no pocos jóvenes nacidos en una sociedad abierta como la estadounidense, consideran el capitalismo como aberración y no aceptan que los avances de la humanidad están sustentados  en el derecho ciudadanos  de actuar y pensar con libertad y emprender la forma  de vida para la que se sientan más aptos.  

Cualquier individuo con sentido común se queda perplejo escuchando algunas de las propuestas de personas con credenciales universitarias, con empleos bien remunerados y hasta ocupando cargos públicos. Sus planteamientos buscan extinguir la sociedad que conocemos partiendo de una redistribución de la riqueza que dirigirán personas que nunca fueron capaces de producir nada.   

Agapito Rivera

Estos mensajeros del desastre  no son capaces de concluir lo que un humilde campesino cubano determinó cuando vio que el régimen de Fidel Castro despojaba a los campesinos y pequeños comerciantes de sus escasos bienes. Agapito Rivera, cuando vio aquello se dijo, “A esta gente le quitan lo poco que tienen, entonces a mí, que no tengo nada,  me están robando la esperanza de tener una vida mejor”.  

El histórico premier británico, Winston Churchill, un acérrimo defensor de sus convicciones sin entrar en cuentas si eran o no políticamente correctas como le acontece hoy a la mayoría de los políticos conservadores, expreso sin miramientos, “El vicio inherente al capitalismo es el desigual reparto de la riqueza; la virtud inherente al socialismo es el equitativo reparto de la miseria.”  

Esta afirmación debería ser estudiada por quienes invierten en la destrucción de un sistema que a pesar de sus imperfecciones es que el más ha favorecido las condiciones de vida del ser humano. No obstante, en los países donde se celebran elecciones, es el elector quien tendrá la última palabra sobre si quiere un gobierno que construya muros para que sus ciudadanos no se vayan.