julio 25, 2020

Nosotros somos el enemigo

                                                                                                         Por Pedro Corzo                                                                                                           
Los extremos se confunden, parece que en un momento determinado se transforman en un solo objeto, desarrollo que estamos apreciando en este país de tolerancia, donde los discursos excluyentes y las descalificaciones  mutuas, están a la orden.

Hace varios días, dos excelentes amigos, espero lo sigan siendo después de esta columna, me sugirieron que como yo era conservador, de derecha, no un reaccionario, debería abordar la crispación existente en ciertos sectores de la comunidad que por diferencias políticas se tratan como enemigos y no como lo que son en realidad, adversarios.

Creo que la preocupación de mis amigos es muy válida, pero la realidad es que ambos lados se cuecen habas. Hay extremistas por doquier, no es patrimonio de un solo sector.

Por otra parte, debo comentar que cuando leí la palabra reaccionario viaje en el tiempo y me vi en la Cuba de los 60, donde era identificado como reaccionario, latifundista y batistiano, solo por no manifestarme a favor del castrismo. La intolerancia era tanta que lo que no era igual había que extirparlo.

Éramos unos apestados para quienes defendían visceralmente el nuevo régimen. Eran sujetos  tan convencidos de su verdad que clamaban públicamente, que si su madre no fuera revolucionaria la delatarían.

Hay que cuidarse de los iluminados, están en todos los extremos, esos, que con un exuberante relativismo moral afilan la guillotina para decapitar los derechos de los otros,  olvidando que ese es un perro rabioso que no siempre muerde a la victima seleccionada. La cuchilla como la hoz lo cercena todo.

No soy partidario de los encasillamientos. Las ideologías y la política podrán ser consustanciales a nuestra condición humana pero personalmente valoro la libertad y los derechos ciudadanos como nuestra principal prerrogativa. Creo que el primer deber ciudadano es respetar el derecho de los otros, pero antes que eso, la defensa de los propios.

Uno de mis amigos comentó sobre la virulencia de algunos partidarios del presidente Trump, una realidad innegable que queda balanceada por la mordacidad de quienes rechazan al Presidente,  como lo muestra la convocatoria a boicotear los productos de la fábrica Goya porque el dirigente de esa empresa elogió al mandatario.  Es ilógico que personalidades públicas, líderes políticos, clamen por ese boicot  y rechacen un embargo a una dictadura de 60 años.

Nadie debe pagar un precio por sus opiniones. Tenemos derecho a pensar por nuestra cuenta, por el hecho de vivir en una sociedad de leyes. Personalmente rechazo tajantemente que exista una agrupación que defiende la pedofilia arguyendo que es otra orientación sexual y que un sacerdote manifestara que  "La pedofilia no mata a nadie y el aborto sí",  considero que eso es más alarmante que las palabras del CEO de Goya.

El malvado pero talentoso Vladimir Erich Lenin, escribió,  que el extremismo es la enfermedad infantil del comunismo, un padecimiento presente en todas las ideologías,  porque aun en el ambiente de libertades y derechos que vivimos en este gran país se cuentan partidarios de ambos extremos que amenazan con conducirnos al Gulag soviético o al campo de exterminio nazi.

Llevamos unos años de demasiada pugnacidad y crispación, se ha estado gestando un ambiente donde es muy difícil permanecer distante del debate, condición que en cierta medida impele al ciudadano a tomar partido, algo parecido ocurrió en la España de la Guerra Civil y en la Cuba de Castro, donde los residentes tuvieron que sumarse a una facción aunque tuvieran reparos con algunas de las características de su elección, ojala, votemos por el mejor, no por el mal menor.

Bajo un régimen tiránico la política está en todas partes, en una democracia no debe ser así. Los partidarios de unos y otros no deben intoxicarnos con sus discursos y propuestas. José Martí escribió hace más de 100 años, “Hay hombres que aman y construyen y otros hombres que odian y destruyen”  no dejemos que los segundos impongan sus odios sin que importe la tendencia que defiendan.

Tengo amigos partidarios del presidente Donald Trump,  que de solo conocer que una persona podría votar por el candidato Joe Biden se molestan y descalifican al individuo, mientras, otros amigos, de solo saber que Biden tiene partidarios entre los cubanos, se disgustan amargamente.

Los amigos escribidores son de ambos partidos. Los dos están muy preocupados por el futuro de este país y solo anhelan que retorne la paz social y las libertades y los derechos cada día sean más amplios y fuertes.

julio 11, 2020

El capitán Borges, 22 años preso.

                                                                                                      Por Pedro Corzo 
El capitán de la contrainteligencia castrista, Ernesto Borges Pérez, fue arrestado en 1998, por intentar pasar información sobre 26 espías que la dictadura preparaba para infiltrar en suelo estadounidense. Un hombre libre, que como otros muchos ciudadanos cubanos, hombres y mujeres, han perdido la salud y envejecidos en la cárcel por defender sus convicciones.
Los cubanos en general, los de mi generación en particular, tienen la dolorosa distinción de haber perdido amigos y conocidos frente al paredón de fusilamiento y la penosa particularidad de saber y conocer  que un número apabullante de compatriotas han estado en prisión, no un año o dos, sino decenas, como han sido los casos de Amado Rodríguez, Roberto Jiménez, Ángel de Fana, Ernesto Díaz Rodríguez y muchos más, que ingresaron a prisión en sus veinte y salieron rondando los cincuenta.
Ejemplarmente esos extensos años de presidio no concluyeron con un linaje específico si tasamos así a quienes fueron acusados de contrarrevolucionarios cuando en realidad lo que trataron, desde Huber Matos a Mario Chanes de Armas, pasando por Armando Sosa Fortuny,  fue impedir que el siempre amenazante marxismo se apropiara de un proceso en el que todos habían cifrado sus esperanzas de una Cuba mejor.

La realidad de que todo cubano puede luchar por los derechos de todos la sustenta el caso de Ernesto Borges Pérez, 1966. Borges, al igual que muchos de los que nacieron en los 60, creyó en la utopía castrista, sumándose a las huestes del flautista de Birán en la certeza de que estaban construyendo una patria justa. El castrismo los manipuló, los usó, a veces, como carne de cañón enviándolo a guerras imperiales al servicio de una potencia extranjera, Unión Soviética, o convirtiéndolos en despiadados verdugos de sus conciudadanos. 

Los esbirros de la dictadura se han ensañado con un joven que asumió a plenitud su prerrogativa de pensar libremente. Borges cumple 22 años tras las rejas, de los cuales, al menos 10, han sido en celdas de aislamiento,  sin ventilación y en la oscuridad. Está casi ciego y tiene otros muchos serios quebrantos de salud.
Por suerte para su dignidad personal, por desgracia para su humanidad, Borges Pérez se percató de la naturaleza criminal de la utopía y la enfrentó con gran coraje. El decoro lo ha conducido a envejecer en prisión y a enfrentar el riesgo permanente  de perder la vida en la cárcel  por haber combatido una dictadura.
Sobre la prisión han escrito y hablado numerosos autores que se han percatado que las cárceles demandan ser atendidas por un espécimen animal con una clara inclinación a la crueldad, razón por la cual  el novelista y ex preso político, José Antonio Albertini, escribió,  “Los represores y carceleros pertenecen a una raza, carente de Dios, filosofía y humanismo”.
Una personalidad de muchos coraje, físico y moral, un político que actuaba en base a sus convicciones y no por corrección política, Nelson Mandela, escribió, “ Un hombre que le quita la libertad a otro hombre es prisionero del odio, está encerrado tras las rejas de los prejuicios y la incapacidad de ver más allá... a los oprimidos y a los opresores se les priva de su humanidad por igual".
Una frase que entalla perfectamente al régimen totalitario castrista que incompresiblemente Mandela nunca condenó. El régimen cubano ha encarcelado en estos sesenta años a más de medio millón de sus ciudadanos por motivos políticos. La prisión política en Cuba es algo muy común, delitos como el “crimental” que figurara el novelista George Orwell en su libro de ficción política que amenaza en convertirse en realidad, “1984”,  es frecuente. Ir a prisión por solo pensar escribir un libro donde no existe  la posibilidad más remota de publicarlo,  es una regla que los sicarios de la dictadura cumplen celosamente.
El régimen cubano ha sido por oficio motivador de odio y exclusión, como consecuencia de su naturaleza represiva. En la isla hay decenas de miles de personas en prisión por actos que en cualquier otra sociedad son legítimos y seis décadas después de haberse inaugurado la tiranía hay 134 personas condenadas por reivindicar su derecho a pensar y actuar libremente, según la ONG, Prisoners Defenders.

julio 05, 2020

China, el otro comunismo

                                                      

Por Pedro Corzo

No parece tener sentido una discusión sobre los avances de la República Popular China en el ámbito económico,  como absurdo sería debatir sobre la desigualdad social existente y la férrea autoridad que el gobierno posee sobre la población, consecuencia natural del control absoluto que el Partido Comunista ejerce sobre el país, aunque se aprecia que algunos admiradores de ese sistema, tal y como ocurrió con la extinta Unión Soviética, se esfuerzan por evadir esa realidad.

No comprendo qué motiva a ciudadanos libres viajar a China para hacer turismo. Los que conocemos ese sistema sabemos a plenitud que el individuo por correcto que sea, incluidos los visitantes, “están prestado en la calle” y que las autoridades, no la justicia, siempre tienen la razón, sino,  que se informen que le ha sucedido a varios cubanos que han visitado su país y a más de un inversionista extranjero en la Isla.

Por supuesto a los que menos entiendo son los cubanos  contrarios al castrismo que viajan el gigante asiático. Una férrea dictadura aliada del régimen de La Habana, un mundo paralelo al de la isla caribeña donde no hay libertad de expresión ni de pensamiento y tampoco existe el estado de derecho. Tanto en Cuba como en China y Corea del Norte, el Partido es el árbitro supremo en la resolución de conflictos.

El comunismo chino será otro comunismo como lo trazara  el periodista y escritor Karol S. Kewes, pero la esencia, la naturaleza de ese régimen corresponde a la del escorpión, que como conocemos, está dispuesto a morir por tal destruir la vida de los otros. Pekín auspicia una política imperialista y sus operadores políticos hacen todo lo posible por forjar alianzas que promuevan una agenda que no está precisamente asociada a la defensa de los derechos ciudadanos y el respeto a la condición humana.  

El expansionismo chino es multilateral y un aspecto a destacar es que condiciona el establecimiento de relaciones diplomáticas con un país a que este no tenga vínculos con la República China, léase Taiwán, imponiendo así desde el principio su voluntad imperial. Recientemente el embajador de Pekín en Costa Rica manifestó su descontento porque el diputado del pueblo Dragos Dolanescu, criticó al gobierno chino. 

China, islas artificiales
Por otra parte varios de los vecinos de la China continental han expresado preocupación por la construcción de parte de Pekín de islas artificiales que podrían ser usadas militarmente, a la vez que amplía sus derechos sobre el mar, afectando tanto la pesca, como la navegación comercial.

El PCCH no solo gusta de los mares, también le apetecen las regiones fronterizas, como la disputa  que sostiene con la India donde recientemente hubo un enfrentamiento militar con un saldo trágico, no obstante,  sus conflictos más puntuales son con la República China  que quiere mantener su identidad y forma de vida y Hong Kong, donde la mayoría ciudadana está a favor de la autodeterminación.

China con marxismo o sin él, es una nación muy importante tal y como señaló  Napoleón Bonaparte hace más de 200 años cuando dijo,  “China es un gigante dormido. Déjenla dormir, porque cuando despierte, sacudirá el mundo”, una sacudida que en mi modesta opinión sería beneficiosa para todos sino fuera que el marxismo es la doctrina que alienta sus actuaciones, que aun sin la ortodoxia económica, su objetivo es subvertir los valores y normas  sobre los que se asientan nuestras vidas. 

Foto archivo AFP
Hace unos días un destacado académico latinoamericano comentó que el Partido Comunista Chino es el mismo que ordenó los  ataque a la Plaza de Tiananmen y el que agrede a los ciudadanos que en Hong Kong luchan por conservar sus derechos, agrego, que igualmente es el mismo de la Revolución Cultura y quien respalda la dictadura de Nicolás Maduro en Venezuela, y el padrino principal  de las dinastías abusivas de Norcorea, Nicaragua y Cuba. 
El liderazgo chino tiene una visión muy particular de sus funciones y recurre a diversos medios  para imponer su voluntad, una conducta que se repite en la historia, pero en estas circunstancias existe el agravante de que está inspirado por el marxismo, y esa ideología siempre ha querido dominar el mundo, nunca se conformaría con ser la primera potencia mundial.