“El hispanoamericanismo liberal debe ser criba de valores y también, en las partes enfermas, escalpelo y cauterio”. Luis Araquistaín. El Sol.1927
En ciertos sectores sociales y en
particular en varios medios informativos, se escucha o lee con frecuencia
el término hispano o latino. El uso del primero es relativamente reciente,
porque se afirma que surgió en los años 20 del siglo pasado, para identificar a
las personas que hablan español y cuya cultura se origina en el país ibérico.
Sin dudas es Estados Unidos el país
donde más se usan esos términos como parte fundamental de un esfuerzo de un
sector de la sociedad que legítimamente pretende identificar una
minoría que procede de diferentes países y que a pesar de las razonables
diferencias regionales, tienen mas factores en común, particularmente el
idioma, que elementos que sean contrarios a una identidad común.
No obstante, no se puede pasar por
alto que en los tiempos de las grandes inmigraciones europeas, los sociólogos
estadounidenses de la época no identificaban a los irlandeses, italianos y
alemanes, unos pocos ejemplos, como europeos, quizás la excepción fueron los
judíos, porque aunque procedían de diferentes países, tenían el
denominador común de una religión.
Tal vez el que no se produjera una
identificación a esos grupos migratorios radicó, entre otros
factores, en que los grandes núcleos de esas poblaciones se asentaban en
áreas muy especificas y que el limitado desarrollo de las comunicaciones y del
transporte dificultaban la identificación de intereses comunes, situación
que la globalización, las redes sociales y la profundización del estado de
derecho han facilitado, posibilitando el fortalecimiento de la influencia
hispana.
A diferencia de otras emigraciones,
los hispanos se han diseminado por todos el país y aunque algunas
nacionalidades que integran la precaria definición tienen mas inclinación a
asentarse en una región que otra, su presencia es nacional y su influencia de
igual condición, lo que tal vez ha motivado una especie de hispano centrismo en
algunas personalidades, organizaciones no gubernamentales y hasta en entidades
comerciales, particularmente medios de comunicación, que se han sumado al coro
quizás por algo de altruismo, pero también como una práctica de mercado
de la que esperan beneficios.
Pero la prudencia cuando se promueve
una causa es conveniente, porque se disminuyen los pretextos de los potenciales
o reales enemigos que la puedan afrontar.
Los que promueven la hispanidad,
religiosos, políticos o comunicadores sociales deberían ser mas
cuidadosos al exponer sus puntos de vistas, ya que en ocasiones sus críticas a
este país son tan absolutas e incluyentes que algunos podrían ver un toque de
racismo en ellas.
Es importante, trascendente,
defender las raíces de la nación de que la se procede pero sin caer en
chauvinismo, sin asumir la concepción de que tenemos privilegios por el simple
hecho de formar parte de una cultura o una etnia y esa es lamentablemente la
opinión que generan algunos promotores de la hispanidad, al extremo que
dan la impresión de que están convencidos que sus iguales han bendecido a este
país con su presencia.
Los problemas de un ciudadano en
cualquier país, ya sea por nacimiento o adquirida la ciudadanía, son comunes:
Trabajo, educación, vivienda, salud y el respeto a sus derechos por parte de
las autoridades, pero ningún grupo o sector, debe disfrutar de privilegios que
vayan en detrimento de una parte de la sociedad.
Los hispanos y en consecuencia la
hispanidad han ido adquiriendo en este país una particular importancia,
entre otros factores porque su creciente presencia les convierte en objetivo de
cualquier político y porque según aumenta su número, aun cuando no pueda
participar en las elecciones, son un mercado de consumo que ninguna empresa de
servicios o producción puede atreverse a descuidar.
Pero esa creciente influencia también
puede ser objetivo de demagogos presentes en la política, los medios o la
academia, que pueden transformar la hispanidad en un etnocentrismo que afecte
los progresos alcanzados y que nos segregue de la comunidad nacional.
Es chocante escuchar una noticia en la
que el presentador menciona las bajas ocasionadas por un ataque
terrorista y señala, “murieron tres soldados, entre ellos un hispano”,
otra que refiere, “cuatro hispanos fueron heridos en Coconut Grove” o a una
presentadora que durante un programa de variedades le pregunta a su colega si
entre los seleccionados masculinos en un certamen, había algún hispano.
Ser huésped y más cuando no se ha sido
invitado, implica respetar las reglas del dueño de la casa. Hay que estar
dispuesto a formar parte del país que hemos elegido, lo que no implica perder
la identidad propia.
Llegar a un lugar al que se arriba por propia decisión y demonizarlo, es
absurdo e injusto, y todavía lo es más cuando se tiene la posibilidad de
retornar a la casa propia.