Pedro Corzo
Evo Morales, se ha sumado a la larga lista de déspotas del hemisferio
que niegan el salvoconducto a los asilados para que puedan abandonar el país,
situación que convierte al internado en un rehén del gobierno.
El senador opositor Roger Pinto cumplió un año
secuestrado en la embajada brasileña porque el gobierno de su país no le concede el salvoconducto necesario para salir
del país.
La oposición
boliviana acusó al canciller brasileño Antonio Patriota de la situación que
enfrenta el senador.
Numerosos analistas consideran que el gobierno de
Brasil no ha ejercido la presión necesaria para que La Paz conceda el salvoconducto a Pinto, lo que testimonia que la
mutua protección, el silencio cómplice o un dejar hacer, siguen siendo una
práctica regular entre los gobiernos de nuestro continente.
Los mandatarios latinoamericanos continúan escondiendo la cabeza en la
ignominia, los avestruces al menos lo hacen en la tierra, cuando sus
colegas actúan contra los derechos de sus propios ciudadanos.
Son contadas las excepciones en las que un presidente latinoamericano en
ejercicio cuestiona o critica a un homólogo. La doble moral, en este caso
llamada diplomacia, prima sobre el derecho y el más elemental sentido de
justicia, valores que no deberían reconocer fronteras, alianzas políticas
o factores económicos.
La presidenta
brasileña, Dilma Rousseff una mujer que fue perseguida por la Junta Militar de
Brasil, que debería tener una especial sensibilidad ante estas situaciones, no
ha actuado con firmeza en la defensa de un perseguido político, una actitud en
cierta medida contraria a la propia constitución brasileña que consagra el
derecho de asilo en su artículo cuarto.
El legislador Pinto presentó un recurso de habeas
corpus extraterritorial ante el Supremo Tribunal Federal de
Brasil para qué el gobierno de Rousseff hiciera prevalecer el asilo político
que le concedió en mayo del pasado año.
Por su parte el
senador brasileño Álvaro Días denunció a Bolivia ante la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos de la Organización de Estados Americanos
reclamando garantías para que el senador asilado, quien solo puede recibir
visitas de familiares muy allegados, abogados y su médico, pueda salir del país
hacia Brasil.
Días, en su declaración destaca la criminalización de la justicia en
Bolivia y su dependencia del poder ejecutivo, una práctica regular en todos los
países del denominado Socialismo del Siglo XXI.
También acusa entre otros al presidente Evo Morales y al vicepresidente,
Álvaro García Linera por la situación que sufre el senador Pinto, que en su
momento denunció el nepotismo del gobierno, la posible participación de
entidades oficiales en el narcotráfico, la brutalidad policial y el control que
ejerce el ejecutivo sobre el poder judicial.
El senador Días imputó al gobierno boliviano de haber arrestado a 12
aficionados del equipo brasileño de futbol Corinthians en represalia por el
asilo que Brasil concedió al senador.
Los 12 fanáticos
del equipo brasileño se encuentran detenidos en Oruro, Bolivia, por su
presunta participación en la muerte del adolescente Kevin Beltrán Espada, de 14
años, alcanzado por una bengala que le causó la muerte, a pesar de que otro
fanático del equipo se declaró culpable del incidente.
Varios legisladores
brasileños han manifestado preocupación e interés en la situación de sus
compatriotas presos en Bolivia y los cancilleres de La Paz y Brasilia, reunidos
en Cochabamba, acordaron conformar una comisión binacional encargada de buscar
solución al caso Pinto, sin embargo el canciller boliviano David Choquehuanca
ratificó la postura del gobierno de su país, y dijo que no era viable conceder
el salvoconducto al opositor.
A su vez el
presidente Morales dijo que el proceso está en los tribunales y que estos son
independientes, agregó que el caso no ha afectado "para nada" a las
relaciones con Brasil que, según afirmó son "muy fluidas".
La confabulación entre gobiernos es una realidad. Recordemos la estrecha
colaboración entre la dictadura militar argentina con el totalitarismo
castrista en las reuniones de la Comisión de Derechos Humanos de Naciones
Unidas en Ginebra.
Las dos dictaduras se coludieron para evitar ser condenadas por
las tropelías que la una y otra cometían contras sus respectivos pueblos. Dos
regímenes de políticas e ideologías absolutamente antagónicas fueron capaces de
prestarse apoyo mutuo para lograr sobrevivir.
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