Pedro Corzo
La dictadura
cubana ha tomado en tiempos recientes varias decisiones que repercutirán
significativamente en las actividades de la oposición y en la percepción que
sobre ella, se tenga en Cuba y en el exterior.
Todas las
providencias del régimen de una u otra manera han estado vinculadas a la
represión y contención de la sociedad en general, y de la oposición en
particular. Nada novedoso en el fondo, pero si en la forma.
Durante años
fueron mandatorios las fuertes sanciones a prisión, la otra
alternativa, eran las condenas a muerte. La represión fue brutal. El
ciudadano fue abatido y surgió el compañero, el cordero del rebaño en que se
había transformado la sociedad.
Después de
décadas de brutal represión en las calles y prisiones, se produjo un quebranto
cuando el paredón quedó como una espada de Damocles pendiendo sobre la cabeza
de todos los cubanos.
Hace un par
de años el escenario cambio sin que la represión desapareciera.
Las altas condenas a los presos sin delitos, fueron reservadas a casos
específicos.
Muchos de los
detenidos empezaron a ser sentenciados a pocos años de cárcel, por los
mismos actos en los que otros en el pasado habían sufrido severas condenas.
Paralelamente
el régimen también instrumentó una represión de baja intensidad que se
caracteriza por breves arrestos, constante acoso, permanente intimidación,
vejaciones, en particular a las mujeres, y restricción a la libertad de
movimiento. Ninguno de estos recursos es nuevo en el arsenal represivo, salvo
que en la actualidad su práctica es sistemática.
Otra
providencia ha sido la política migratoria que inauguró este año.
Cierto que
las nuevas regulaciones afectan a todos, pero el régimen tiene la certeza de
que los más beneficiados no serán los cubanos de a pie, sino aquellos
individuos que tienen familiares fuera del país, o los activistas más
destacados de la oposición, para los que siempre habrá de parte de los
exiliados el apoyo necesario para que puedan viajar al exterior.
El gobierno con
esta nueva legislación monta un entramado complejo que demanda de la oposición
de las dos orillas mucha cautela, por la simple razón que la dictadura
convierte en privilegio lo que en cualquier país del mundo es un derecho
inalienable.
La dictadura
siempre ha procurado aislar de la población a los opositores, pero en esta
ocasión refuerza los viejos métodos, porque esa masa que ha visto con
poco menos que indiferencia los abusos contra los opositores, se
resentirán contra el vecino que por su activismo ciudadano, es reconocido
fuera del país, viaja al extranjero y regresa con bienes que ellos no
poseen.
Por otra
parte en el propio entablado de la oposición surgirán celos y contradicciones.
La condición humana puede manifestarse de muchas maneras y no es de dudar que
algún que otro Caín se deje comprar por un plato de lentejas.
Esos son
algunos de los retos que enfrentaran los dirigentes de la oposición cubana
cuando regresen a Cuba, por eso la modestia y sobriedad han de ser factores
claves para ampliar las bases de la oposición y ser más eficiente en la lucha
por la democracia.
Viajar,
conocer otros parajes, otras personas y realidades, son muy importantes en la
vida y mucho más para un político. La mayoría de los opositores cubanos
han estado obligados a vivir entre paréntesis, por lo que es muy importante que
cuando viajen al exterior, más aun si deciden regresar a la isla para
continuar con las obligaciones que asumieron por sus convicciones, no pierdan
oportunidades, y como esponjas, recojan conocimientos y experiencias para que
puedan usarla y trasmitirla.
Salir de la
isla prisión en una bendición para cualquiera, porque eso incrementa las
oportunidades de poder trabajar con mayor eficiencia a favor de la democracia.
Los
exiliados, no todos los cubanos que viven fuera lo son, y los amigos de la
causa democrática de Cuba, gracias a estas personas que viajan, puede
tener un mejor conocimiento de lo que ocurre más allá de las costas de la isla.
Ellos pueden
denunciar los abusos y violaciones de los derechos humanos del régimen de los
Castro con la propiedad de haber sido víctima de esas vejaciones.
El mejor
testigo es quien ha presenciado un crimen y ellos tienen ese doloroso
privilegio y a la vez el honroso deber de decirles en la cara a quienes incompresiblemente
siguen negando la naturaleza de la dictadura cubana, la verdad.
Escucharles,
debatir ideas, discutirlas, es de gran beneficio para todos, pero en particular
para la democracia en Cuba, si cuando regresen siguen cumpliendo con su
conciencia, a pesar de los riesgos y peligros que tal actividad encierra,
podemos estar seguros que un día no muy lejano todos y cada cubano será
verdaderamente libre.
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