Venezolanos y cubanos siempre han sido aliados en
la lucha por la libertad, así que saludamos las palabras de solidaridad del presidente electo de los demócratas venezolanos,
Henrique Capriles Radonski, quien manifestó su voluntad de ayudar a los isleños
a recuperar los derechos que les ha
conculcado el castrismo.
No obstante no se pueden obviar partes de sus declaraciones, en particular
cuando dijo que Venezuela no era Cuba, lo que permite decir, a quienes buscan
pescar en ríos revueltos que Capriles no
valora como corresponde, la lucha de más de cinco décadas por la libertad de un sector del pueblo cubano, por lo que es
prudente, hacer un poco de historia.
Cierto que Venezuela no es Cuba, pero no porque
ambos pueblos se hayan comportado de
manera diferente en la lucha por sus derechos.
Los que asumieron el compromiso de batallar por
sus convicciones tanto en un país como en el otro, hacen lo que se ajusta a sus
valores y principios, aunque lamentablemente,
las consecuencias de un empeño no siempre se corresponden con los
esfuerzos y sacrificios de los involucrados.
Muchos son los factores que determinan un
resultado y no por eso tienen menos importancia los bríos de quienes combaten
por sus convicciones.
El escenario socio cultural y político en el que se implantó el castrismo en Cuba, 1959, difería completamente del que le correspondió a Hugo Chávez, 1998, cuando empezó a implementar una autocracia fundamentada en una dictadura institucional.
En Cuba se estableció un régimen totalitario que eliminó
los partidos políticos. La prensa fue intervenida y expropiada. Se confiscaron
los bienes masivamente, desde una fábrica de azúcar a una barbería. La economía pasó al control absoluto del
estado.
La sociedad cubana perdió su independencia. Desaparecieron los colegios profesionales y
sindicatos. Hasta hace unos meses viajar y pronunciarse contra el régimen sin
consecuencias era imposible. Dar un acto político en el exterior y después
regresar al país, era un sueño
inalcanzable.
A los diez años de la dictadura de los hermanos
Castro, habían perecido en combate o ante el paredón de fusilamientos cerca de
5, 000 hombres y las cárceles estaban abarrotadas, al extremo que a finales de
la década del 60 y principios de los 70, se calcula que había aproximadamente
75,000 prisioneros políticos.
Aun así, a pesar de más de cinco décadas, en Cuba no ha desaparecido la resistencia y en las cárceles nunca han faltado
presos políticos.
Por otra parte los años de exilio no ha apagado
el patriotismo de muchos cubanos. Si miramos la historia, es difícil encontrar
otro núcleo de exiliados en el mundo, que haya mantenido el
compromiso de seguir defendiendo sus valores y nacionalidad por más de
cincuenta años.
Los demócratas de Venezuela encontraron refugio
en la isla cuando la dictadura de Marcos Perez Jiménez, y Don Rómulo Betancourt, insigne venezolano, fue el aliado más firme de los cubanos en la
lucha contra el castrismo.
A finales de los 70 y los 80 miles de cubanos
encontramos en Venezuela refugio. Fuimos
acogidos solidariamente. Trabajamos e hicimos una vida nueva, sin imaginar que
años más tarde miles y miles de venezolanos tendrían que salir de su tierra
porque un régimen que tenía como objetivo el “mar de la felicidad de Cuba”, los
obligó a abandonar el país.
De catorce años a la fecha la alianza se ha
reforzado, como consecuencia de que el despotismo chavista se asoció con el
totalitarismo castrista. Cuba ha facilitado a la autocracia venezolana su conocimiento sobre actividades represivas y control social, mientras Venezuela
subsidia al gobierno de los Castro.
El reencuentro en tierras estadounidense de
cubanos y venezolanos es fructífero. Exiliados de ambas nacionalidades llevan
trabajando juntos muchos años para llevar a sus respectivos países la
democracia, algo que todos, incluidos los más encumbrados líderes de cual quiera de las partes, deberían tener
presente.
Un dirigente político de la talla de Henrique
Capriles es consciente de los peligros de la manipulación y que en realidad lo
que hace la diferencia es como los déspotas usan los recursos del poder, porque
venezolanos y cubanos nunca dejaran de luchar por sus derechos.
Henrique Capriles es un experimentado político y
conoce que el populismo no se vence con más populismo. Que son necesarias
propuestas firmes y claras, que no se puede
prometer el paraíso porque no está a
nuestro alcance, y que el discurso del contrario no debe determinar el
propio.
Ojala la democracia llegue pronto a Cuba y
Venezuela y que jamás en ninguno de los dos países se vuelvan a violar los derechos de sus
ciudadanos, y para eso es preciso conservar la memoria y no elegir, nunca más, a déspotas como Hugo Chávez o
canonizar a verdugos como Fidel Castro.
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