Pedro Corzo
Hugo
Chávez cometió numerosos errores, pero creó una clase política y económica que
sin dudas estaría eternamente agradecida a su memoria sino hubiera seleccionado
a Nicolás Maduro como su heredero.
Maduro es
un desastre en toda la extensión de la palabra. Como presidente encargado
incurrió en más pifias que Chávez en sus trece años de desgobierno
que es mucho decir; pero como candidato su conducta fue deplorable. Sus
declaraciones, propuestas y conducta, fueron un compendio de payasadas
que es de esperar hayan avergonzado a sus propios partidarios.
En
consecuencia sus rivales y adversarios en el estado mayor del chavismo, deben
estar haciendo una excelente cosecha de sus errores y preparando estrategias
que les posibiliten desplazarlo en cuanto les sea oportuno. Tarea a cumplir
cuando la sobrevivencia del incomprensible Socialismo del Siglo XXI no esté en
peligro.
Por
supuesto que el qué presumimos más importante adversario de Maduro, Diosdado
Cabello no quedo atrás. El despotismo y abuso de poder del que hizo gala en la
Asamblea Nacional, dejó apreciar a los más crédulos que el oficialismo, sin
importar tendencias, no respeta para nada los valores democráticos ni las
diferencias en las ideas.
Se
vislumbra una lucha de extremos. Un populismo exacerbado que motive las
pasiones más bajas entre líderes. Ladrar alto, fuerte y morder con furia, son
fundamentales para comandar una oligarquía política económica que no quiere
perder los privilegios adquirido a base de engañar y manipular a los que están
a favor de una sociedad mas justa.
También se
pudo valorar, como pocas veces en el pasado, el control que ejerce el ejecutivo
sobre los poderes públicos. La conducta de las presidentas del Consejo Nacional
Electoral como la del Tribunal Supremo de Justicia fue para favorecer
únicamente al oficialismo, pero como la voluntad popular se hizo sentir, las
esferas más altas del oficialismo debieron aceptar una auditoría que en
principio rechazaron.
Maduro
aceptó de mala gana un conteo que de resultar a su favor le otorgará la
legitimidad que necesita para gobernar un país profundamente escindido.
Es de
suponer que sus aliados extranjeros le forzaron a aceptarla y se aprecia por
declaraciones del presidente de Chile, Sebastián Piñera, que un número
importante de los gobiernos que integran UNASUR, a pesar de que simpatizan con
el chavismo, estuvieron a favor de la auditoria, pero sin dejar de
reconocer en Maduro el nuevo presidente de Venezuela, algo así como estar
conscientes de que no habrá revocación.
Una
muestra de la doble moral que ejemplifica la decadencia de valores de nuestro
continente.
Maduro no
ha dejado de ser procaz y agresivo, aun después de aceptar la auditoria, una
actitud contraria a los interés de un proyecto político que pretende
imponerse en un país que esta dividido como nunca antes en su historia. Sus
groserías y vulgaridades es de esperar vayan en aumento. Su plan es imitar a
Chávez en todo y considera que para lograrlo, es primordial la procacidad en el
trato y el lenguaje.
Por
supuesto que la división de la nación no es exclusiva responsabilidad del
flamante Presidente. Su predecesor fue un generador de tormentas sociales y un
odiador de oficio.
Chávez,
fue el primer promotor de la intolerancia y sectarismo que sufre Venezuela. Sus
discursos fueron agresivos y descalificadores de cualquier persona o
institución que se opusiera a su proyectos y su delfín simplemente actúa en
consecuencia.
Fue Hugo
Chávez, hay que tener eso presente porque hay quienes pretenden encontrar en el
difunto virtudes que le faltan a Maduro, quien con la complicidad de Nicolás,
Cabello y otros muchos, incluyendo un amplio sector de las Fuerzas
Armadas, condujo al país a niveles de corrupción, crispación social, inseguridad
pública y una debacle económica que no tienen precedentes en el país.
Por otra
parte numerosos estudiosos de la situación venezolana opinan que si
Nicolás Maduro ocupa en este momento la primera magistratura del país no es
exclusivamente por consecuencia del fraude ni de los abusos de poder - porque
no hay dudas que cualquier candidato oficialista habría ganado gracias al
control que sobre los poderes del estado ejerce el ejecutivo- sino porque los
Castro lo impusieron, ya que era el único partidario del caudillo muerto que
podía garantizar la continuidad de los cuantiosos subsidios de Venezuela a la
isla.
El futuro
de Venezuela está en juego, pero también el del resto del continente. La
democracia es lo único que garantiza libertad y justicia y en consecuencia,
progreso económico.
Es
necesaria la unidad de la oposición nacional y la solidaridad internacional, si
en el siglo XIX, Simón Bolívar fue el más importante promotor de la soberanía
de nuestras naciones, en el XXI se debate en la tierra del Libertador, si el
modelo político de Fidel Castro, remozado por Hugo Chávez, puede aplastar
nuestros derechos ciudadanos, la soberanía de cada uno de nosotros sobre
nuestros actos.
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