Pedro Corzo
En momentos en los que Monseñor Eduardo Boza Masvidal se encuentra en un proceso de beatificación en una diócesis venezolana, donde trabajó incansablemente hasta el 2003, año en que falleció, es justo evocar, aunque sea muy apretadamente, lo mucho que hizo por los cubanos, con independencia de la fe o la ausencia de ella, de quienes le consideraron su pastor aunque no fueran creyentes.
En momentos en los que Monseñor Eduardo Boza Masvidal se encuentra en un proceso de beatificación en una diócesis venezolana, donde trabajó incansablemente hasta el 2003, año en que falleció, es justo evocar, aunque sea muy apretadamente, lo mucho que hizo por los cubanos, con independencia de la fe o la ausencia de ella, de quienes le consideraron su pastor aunque no fueran creyentes.
Monseñor Eduardo
Boza Masvidal, era un hombre comprometido con su fe pero también con sus
semejantes, factor determinante para que aun los que no practicaran ninguna
religión, le admiraran y respetaran por sus extraordinarias condiciones de ser
humano.
La fe y la dignidad de Boza Masvidal
siempre estuvo por encima de cualquier conveniencia política o social, por eso
escribió, “Los católicos, no nos hemos opuesto a la revolución, a la que hemos
ayudado tremendamente, deseando los grandes cambios sociales que tan necesarios
eran en Cuba. Pero no podemos aprobar o apoyar el materialismo y al
totalitarismo comunistas, que están en completa oposición con las ideas por las
cuales tantos cubanos han luchado y muerto".
Otras declaraciones de Monseñor hacían referencia a las violaciones de la dignidad humana y de las libertades fundamentales en las que incurría el régimen castrista, y demandaba de ese gobierno respetar los derechos ciudadanos.
Quien fuera obispo auxiliar de la Arquidiócesis de La Habana, titular de Vindas, rector de la Universidad Católica Santo Tomas de Villanueva y párroco de la iglesia Nuestra Señora de la Caridad, estuvo a la vanguardia en la lucha contra el totalitarismo, fue encarcelado y posteriormente desterrado de Cuba junto a otros 135 sacerdotes.
Expatriado, escogió a Venezuela para
seguir sirviendo, amó tanto a ese país que dijo, “Si
Dios dispone otra cosa y debo morir en el destierro, acepto su voluntad. Sólo
mi corazón lo entierro en Cuba y Venezuela”.
Por más de cuatro décadas fue Vicario
General de los Teques, una ciudad próxima a Caracas, en la que es recordado y
amado por quienes le conocieron.
Cuba y los cubanos nunca fueron ajenos a
sus sentimientos. Patrocinó un Comité que tenía como objetivo obtener visas
para que los cubanos, en particular los ex presos políticos, pudieran
viajar a Venezuela.
Su prestigio hizo posible que sus
gestiones resultaran en miles de visas que permitieron a otros tantos cubanos
ingresar a Venezuela. Ese prestigio fue también determinante en conseguir la
ayuda material para sostener un proyecto que se extendió por varios años y que
nunca contó con ayuda oficial de gobierno alguno.
En ambas gestiones tuvo la invaluable
colaboración de otro hombre excepcional, el doctor Joaquín Meso Llada, que
junto a otros cubanos radicados en Venezuela asistían a Monseñor en su empeño
de ayudar a todos los cubanos sin tener en cuenta otro factor que no fuera
satisfacer sus necesidades.
Consciente de las dificultades que
enfrentarían los nuevos exiliados, impulsó la creación de centros de recepción
en los que miles de cubanos encontraron techo, casa y comida por el tiempo que
fuera necesario. Varios fueron los hogares cubanos, así se les
decía, que Boza Masvidal con la permanente asistencia de Meso
Llada, fundó y sostuvo por muchos años.
El sacrificio de Monseñor por sus
semejantes conmovía profundamente a todos. Su desprecio por los bienes
materiales impresionaba, junto a su constante propósito de extender su
ministerio a otros lugares como los viajes que por varios años realizó a la ciudad
de Valencia para oficiar misas, congregando a creyentes y no creyentes, a los
que unía el común denominador del respeto que profesaban a Monseñor y el amor a
Cuba.
Su devoción de servir a su Iglesia y a
Cuba trascendió las fronteras venezolanas. Contactó con miles de exiliados en
diferentes países con propósito de divulgar su fe, pero también para mantener
viva y activa la cubanía.
Monseñor dando fe de su compromiso
de vida fundó la Unión de Cubanos en el Exilio (UCE) y
la Fraternidad
del Clero y Religiosos de Cuba en la Diáspora. Posteriormente
constituyó las “Comunidades de Reflexión Eclesial Cubana en la Diáspora”
(Creced), con el propósito de deliberar sobre la realidad cubana y eclesial.
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