Pedro Corzo
Las organizaciones que se
opusieron a las dictaduras militares sudamericanas de los años setenta del
pasado siglo, acusaron a los gobiernos del cono sur de haber
instrumentado una alianza con el propósito de destruir a los movimientos
subversivos que intentaban derrocarlos, dicho sea de paso, ninguno
los grupos insurgentes logró sus objetivos porque las dictaduras concluyeron
cuando el agotamiento y la acción cívica de los pueblos las hizo inviables.
Paradójicamente si representantes,
aliados o simpatizantes de aquellos grupos subversivos se encuentran en el
presente en el poder ha sido por algo que aquellos sectores repudiaban: el voto
universal, libre, secreto y plural.
Aquella alianza fue
identificada como Operación Cóndor. Las fuerzas represivas de los países
asociados no tenían que respetar las fronteras para apresar y hasta matar a
cualquier individuo que pudiera ser una amenaza.
Los dictadores de Argentina,
Chile, Uruguay, Bolivia, Brasil y Paraguay, enfrentaban movimientos
violentos, grupos extremistas que practicaban el terrorismo urbano, los
atentados personales, el secuestro y la lucha guerrillera rural.
Eran gentes dura que creían en
la violencia y la practicaban en todas sus formas, justo recordar que siempre
contaron con el apoyo absoluto de la dictadura cubana.
Los dictadores de los países
mencionados que llegaron al poder por la violencia, no escatimaron esfuerzos
por acabar con la oposición y no dudaron en imponer un terror desde el estado.
Asesinaron e hicieron desaparecer personas, entre ellas gente inocente o al
menos individuos que estaban a favor de soluciones políticas y
repudiaban el terrorismo.
Las enseñanzas de aquellos
dictadores que se aliaron para sobrevivir, al parecer germinó entre quienes
ocupan en el presente sus posiciones.
Por ejemplo la Unión de
Naciones Sudamericanas, UNASUR, emitió una declaración de total satisfacción
para el gobierno de Caracas, porque apunta “respaldar los esfuerzos del Gobierno de la República Bolivariana de
Venezuela para propiciar un diálogo entre el Gobierno, todas las fuerzas
políticas y actores sociales con el fin de lograr un acuerdo que contribuya al
entendimiento y la paz social y más adelante agregaba, “ Expresar
nuestra preocupación ante cualquier amenaza a la independencia y soberanía de
la República Bolivariana de Venezuela”.
En una
especie de pacto entre buitres, la organización cuyos principales promotores
fueron Hugo Chávez, Lula da Silva y Néstor Kirchner, ignoró la represión
gubernamental personificada en la Guardia Nacional y los paramilitares, lo que
condujo a la diputada María Corina Machado a expresar “Unasur pretende proteger al régimen y no
a los venezolanos”.
Cierto que algunos mandatarios
de UNASUR han hecho declaraciones, por cierto ambiguas, como para marcar alguna
distancia de lo expresado por la organización, Michelle Bachelet, Chile, dijo
respecto a la violación de los derechos humanos en Venezuela que solo tenía la
información de los medios de comunicación y que no prejuzgaba con la información
de la prensa, anteriormente había declarado que jamás apoyaría un movimiento
que de manera violenta buscara derrocar un gobierno constitucional, dando por
sentado que la oposición venezolana es la que recurre a la violencia.
Por su parte el canciller de
Uruguay, Luis Almagro, expresó que cuando se tiene la estrategia política de
derrocar un gobierno por medio de las protestas es muy difícil aceptar un
dialogo porque conlleva un cambio de estrategia.
Pero UNASUR como entidad,
palidece ante la Organización de Estados Americanos.
La mayoría de sus miembros,
clientes de Venezuela, acordó guardar un inexplicable silencio ante la
violencia desatada en ese país y cuando se produjo una votación sobre la crisis
le fue favorable al gobierno de Maduro porque aprobó una resolución
de solidaridad con Venezuela en la que se llamaba al dialogo y rechazaba
cualquier tipo de intervención, como si esa fuese la intención de la oposición
venezolana.
La actitud de la OEA es
contraria a la que asumió durante la crisis de Honduras, 2009, cuando
derrocaron a Manuel Zelaya aliado de los compinches de Hugo Chávez,
hoy Nicolás Maduro, ese país fue aislado del hemisferio y sus relaciones con en
el resto del mundo fueron afectadas.
Pero esperar otra decisión de
la OEA mientras José Miguel Insulza sea su secretario general es un grave
error, porque sus decisiones siempre han favorecido las autocracias nacidas en
la rivera del Socialismo del Siglo XXI. Recientemente declaró que la
crisis política y social que vive Venezuela no afecta la democracia en el
continente, lo que no justifica invocar la Carta Democrática Interamericana.
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